El ubicuo cristal
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Una tarde, un niño de once años fue llevado al Centro de Integración Juvenil de Torreón. Consumía cristal, una droga sintética que lleva tres años expandiéndose a niveles dramáticos y es tan ubicua como nociva: se sabe que las metanfetaminas, a largo plazo, pueden provocar ansiedad, confusión, trastornos emocionales y comportamiento violento, paranoia, alucinaciones y delirio. Ese menor de once años es el paciente más joven que la institución ha recibido por consumo de cristal, pero por otras sustancias, principalmente mariuhana, les han llegado niños de ocho. En general, el 70% de los pacientes atendidos por el CIJ tiene menos de 17 años.
Lo preocupante con el cristal es que su consumo ya está presente en el 40% de los pacientes del Centro, cuando hace 3 años el porcentaje era del 2%. Es ya la segunda sustancia más consumida, por debajo de la marihuana. En muy poco tiempo, desplazó a la cocaína y los inhalables. Incluso, personal del Centro ha relatado que muchos padres de menores consumidores de drogas ven casi como un consuelo que sus hijos se queden en el escalón de la marihuana, sin dar todavía el salto al uso de las drogas duras.
“La percepción de riesgo en el consumo de drogas ha disminuido”, dijo el director del Centro, Rafael Mora. Ya no se le ve como peligro, incluso casi se ha normalizado. Esta semana, el INE publicó los resultados de la Consulta Infantil y Juvenil 2018 y se detectó que en el municipio de Gómez Palacio, el 44% de los jóvenes de entre 14 y 17 años ven como algo aceptable que los adultos consuman alcohol y tabaco. Incluso, 35% de los menores consideró que no necesariamente está mal visto el consumo de alguna droga ilegal. La dinámica de las adicciones ha cambiado tanto, que hay casos en que el alcohol y tabaco ya no son la puerta de entrada a las drogas ilegales, a veces esa antesala ya ni siquiera se transita.
Según la información que el Observatorio de La Laguna publicó el pasado miércoles, en el marco del Día Internacional de la Lucha contra las Drogas, el incremento en el consumo ya se venía apreciando desde hace más de una década. En el caso de Coahuila, el porcentaje de jóvenes de entre 12 y 25 años que reportaron el consumo de alguna droga se disparó de 6.7% en 2008 a 29.8% en 2016. En el rango de de los 26 a 34 años, en el mismo periodo de referencia, el porcentaje aumentó de 10.4% a 33.7% y entre las personas de 35 a 65 años, el incremento fue del 7.2 al 13.8% en el mismo lapso. Esas cifras situaron a Coahuila en el décimo puesto nacional en consumo de drogas, con un 11.4% de población consumidora.
La tendencia al alza en el consumo de drogas es global. La ONU reportó que un 5.5% de la población mundial de entre 15 y 64 años, es decir, 271 millones de personas, consumen alguna sustancia y por lo menos 35 millones de personas en todo el planeta están padeciendo trastornos asociados a la drogadicción.
Ante todo ello, las preguntas siempre son las mismas: ¿cómo combatir una sombra que se expande cada vez más? ¿por qué han fallado sistemáticamente las políticas públicas destinadas a la prevención de adicciones? ¿qué pasó en la vida y el entorno de tantos niños para que el consumo de drogas sea algo habitual? ¿por qué las drogas son tan ubicuas a tal grado que menores sin poder adquisitivo son adictos?
Y es que a pesar de que en el discurso siempre aparece la prevención como la palabra clave, lo cierto es que, por lo menos desde el enfoque de seguridad pública, las acciones preventivas han quedado al margen. El Observatorio Nacional Ciudadano reportó que de los 239 mil millones de pesos destinados este año para seguridad pública, el 70 por ciento está destinado a Fuerzas Armadas y apenas un 14% está asignado a la prevención delictiva. Ese presupuesto es, por cierto, 27% menor al que este rubro recibió en 2018.