En México, todo está bien o todo está mal
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Algo que nos ha complicado la vida en este País en todos los sectores por donde los seres humanos circulamos es la falta de objetividad. Algunos autores dirán que es la base del conocimiento y se conforma de la suma de la existencia y la conciencia. Lo cierto es que la falta de la misma nos ha llevado a asumir una postura maniquea y que es el origen de los desacuerdos que nos complican.
Todo está bien o todo está mal. No hay colores, todo es blanco o negro. Lo bueno y lo malo acaba siendo aquello que yo creo y que a través de falacias hago creer a otros tantos, y que igual que yo carecen de objetividad. Es el cielo y el infierno, el pecado y la gracia, lo moral y lo inmoral, el sexo fuerte y el débil, la oposición de ideologías, las tesis y las antítesis epistemológicas y operativas, la primacía de las razas, la lucha de clases; en fin, cuantos binarios nos siguen separando por nuestra falta de objetividad.
¿Por qué no nos damos a la tarea de usar el regalo que Dios o la naturaleza, como tú lo creas, nos dieron para poder interactuar y adecuarnos mejor a la realidad? Me refiero al cerebro. La diatriba, la confrontación y la violencia no son prácticas naturales del ser humano. No nos suman, nos restan y nos dividen.
La razón que sólo unos pocos desplegaron en la evolución del género humano y que se privilegió en el tiempo del iluminismo como nota fundamental del desarrollo, del orden y del progreso, se volvió a dejar de lado y volvimos al área de la superstición y del apego a formas obtusas y subjetivas, que nos impiden una comunicación asertiva, cordial y objetiva. Mi visión de lo que es y debiera ser sin buscar el consenso, la racionalidad y la complementariedad es lo que rifa.
Lo peor del caso es que nos da flojera pensar si lo que nos dicen es cierto/objetivo o es una falacia que se usa como cortina de humo para cubrir intenciones de poder, o de sistemáticamente actuar por necedad, obstinación y orgullo.
Como sapiens –momento al que en la evolución humana, dicen algunos, llegamos– requerimos distinguir la forma del fondo. La forma es lo que observamos, lo que aparece. El fondo es el origen del trayecto histórico por lo que una situación o evento aparecieron, son las causas. Por lo tanto, siempre busquemos la verdad en las causas, no en las consecuencias. ¡De una vez por todas quitémosle el moño al regalo y comencémoslo a usar! Razonemos. Ni todo es bueno, ni todo es malo.
Vivimos de lo que dicen o dejan de decir políticos, empresarios y medios. Ante el estado que guarda el País en materia política o económica, cotidianamente nos encontramos dos o tres versiones distintas. ¿Dónde ésta la verdad, cuál es la realidad? Analizar e investigar todo lo que ocurre a nuestro alrededor nos dará la posibilidad de hacer a un lado todo lo que nos divide, porque entenderemos desde la razón, las razones de quienes nos rodean. Descalificar, desacreditar, infravalorar, despreciar, discriminar o tener sólo lo mío como válido sigue alimentando los binarios que como sociedad en este País no nos permiten avanzar.
Un México fuerte, robusto e incluyente no va a aparecer nada más de pronto porque quienes hoy lo lideran lo desean o lo sugieren. El País que todos queremos emergerá de la capacidad que todos tengamos, desde la objetividad-verdad, de llegar a acuerdos y consensos donde no haya proyectos paralelos; ahora les llaman “alternativos de nación” que, más que respuestas a la realidad que enfrentamos, evidencian la división en la que vivimos.
La política es el arte de negociar. Mostremos capacidad de negociación teniendo como base la objetividad. La forma nos complica, vayamos al fondo. Esto se da cuando dejamos de creernos iniciativas particulares, verdades a medias, mentiras piadosas que parecen que buscan construir, pero que son la más nítida expresión de que no hemos entendido que la democracia es pluralidad, racionalidad, diversidad y consenso. Ni todo ésta bien, ni todo ésta mal, atendamos las razones de los demás.
fjesusb@tec.mx