Gobernar para transformar
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Lo de la forma ha sido una reflexión desde la filosofía griega.
“Nada cambia”, decía Parménides. Todo tenía una permanencia y toda movilidad era sólo apariencia. Heráclito fue su opositor. Opinaba lo contrario. Todo cambia. “No me puedo bañar dos veces en el mismo río”, afirmaba. Hacía alusión a que el constante correr de las aguas ofrecía una realidad no estática sino dinámica, no en permanencia sino en constante variación.
Vino después la síntesis. Se señaló la materia y la forma. Permanecía la materia pero la forma cambiaba. En la alfarería se observa el barro como materia y va tomando diversas formas en las manos diestras del alfarero.
Hilomorfismo se nombró esta corriente filosófica de Aristóteles. Materia informada. El agua del río es la materia, pero en su deslizamiento va tomando formas sucesivas en un cambio constante. Después se descubrió también el paso de potencia a acto en toda transformación.
Cuando se habla actualmente de transformación en una nación, se alude a ese cambio de estructuras, de relaciones, de normas, de estilo de vida que acontece en su historia. Del colonialismo a la independencia. De la dictadura a la democracia, de la unión de Estado e Iglesia a la separación que formó un Estado laico. Lo que se llama Cuarta Transformación se refiere a la separación entre el poder económico y el poder político. De una subordinación del poder político a los intereses de una minoría a una política servidora del pueblo que le da el mandato. Permanece la misma sociedad, pero cambia la forma acentuándose en el régimen los valores democráticos.
Se puede gobernar para mantener la situación, para que haya más de lo mismo, para no sustituir el procedimiento que causa la desigualdad. Otra posibilidad, como la actual en nuestro País, es el gobernar para transformar. La nueva forma tendrá como prioridad servir a la mayoría y a la totalidad, procurando el bien común y la prosperidad compartida con equidad.
El estilo incluirá la austeridad republicana, la supresión de toda corrupción y de cualquier impunidad, sometiendo a todos sin excepción a las normas constitucionales.
Después de tanto tiempo en que esto no se practicaba, se supone que surgirán resistencias, oposiciones y contrapesos. En toda transformación las formas se deforman al transformarse. Y quienes ganen menos, aporten más o se vean impedidos de repetir abusos anteriores en su propio beneficio, buscarán obstaculizar el proceso.
Hoy termina un sexenio y se inicia otro. Se trenzará la democracia representativa con la participativa. Ambas irán viviendo su maduración para que los buenos frutos sean posibles.
Partidarismos y encajonamientos ideológicos, lo mismo que las trasnochadas geometrías de diestras y siniestras podrán irse derritiendo como lo hace la nieve cuando sale el sol. La comunidad ciudadana transitará por su propia transformación. Pasará de ser espectador a protagonista responsable.
Buscará el buen resultado de lo que no siente ajeno a su vida, a sus intereses. Se abre la oportunidad de unidad, de confluencia más que de competencia, de colaboración y diálogo más que de conflicto y división... Será tarea de todos...