Las dos caras de la industria carbonífera
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Ahora que andan con eso de la supuesta crisis en la Región Carbonífera.
Y que la diversificación de la economía.
Y que la conversión energética.
¿Quién se ha acordado siquiera de los mineros que han muerto o que viven con alguna discapacidad, como resultado de algún accidente en las fauces de las minas?
Me parece que nadie o muy poca gente.
Alguna vez fui a recorrer los pueblos de esta región de Coahuila, la Región carbón, para buscar historia de sobrevivientes de la minería.
Y encontré casos de personas que habían perdido una pierna, o las dos, o un brazo trabajando en las profundidades de la tierra.
Pero que además, ya retirados del peligro de las minas, padecían también la pobreza más lacerante o vivían con una pensión raquítica.
Entonces pensé en la riqueza que han acumulado durante años los grandes empresarios del carbón y sentí muina.
Por enésima vez se vuelve a repetir la mentira del Gobierno y los empresarios, la gran mentira, la entelequia del gran desarrollo, de la bonanza, del progreso de los pueblos mineros.
En la tierra de los hombres y mujeres del carbón, la minería no ha dejado más que muerte y miseria, destrucción.
Una zona de dolor, por decenios.
En esa misma época contamos además la historia de Cloete, otra población de la Carbonífera, devastada, devorada por la voracidad de los ricos carboneros y sus autoridades a modo.
Del reportaje sobre la discapacidad y la pobreza que ha dejado el cacareado desarrollo minero, recuerdo el caso de un señor al que le faltaban sus piernas.
Era altote y fornido, recuerdo.
Su desgracia había sucedido cuando joven, a los pocos días de haber entrado a laborar a una mina.
Iba montado en uno de esos carritos que transportan el carbón sobre rieles, me contó.
De repente el hombre sintió nervios, los nervios se volvieron miedo y el miedo histeria.
Hasta que no soportó más y se aventó del carrito que le pasó por encima de las piernas y se las cercenó.
No recordaba si el día de su accidente era de noche o de día, pero eso es irrelevante porque en las minas siempre es de noche.
La verdad es que para llevar prótesis el hombre aquel caminaba como si nada.
El día que lo encontré bajaba de su vieja pick up arrastrando un pesado tanque de gas.
Había vencido su discapacidad.
Pero lo que no había vencido era el miedo a las oscuras y asfixiantes minas.
Fue lo único que le dejó el carbón.
Yo no sé, pero he oído hablar sobre la existencia de poblaciones enteras en aquella región que viven con pulmón negro y otras afecciones respiratorias propias de la minería.
Eso y nada más que eso es lo que ha dejado en Coahuila el progreso, la bonanza, el desarrollo minero.
Pueblos enteros sumidos en crisis que dependen de la venta del carbón condicionada a las necesidades de la Comisión Federal de Electricidad.
Hasta que un día se les acabe la minita…
Jesús Peña
SALTILLO de a pie