Hospitalidad urbana
COMPARTIR
TEMAS
Pinos, palmeras, cipreses, césped, flores.
El bulevar Carranza es entrada a Saltillo viniendo de Monterrey. Los follajes de verano se abren con fronda generosa. No está descuidado. Los visitantes reciben agradable impresión de ciudad arbolada. La ruta recreativa no lo ha maltratado. Ni la keniana 21k.
Comentan algunos veraneantes que les parecen interesantes los museos, que les gustó la catedral. Que visitaron el santuario de Guadalupe. Tacos, pan de pulque, tortillas de harina y hasta cabrito han probado y saboreado. Se admiran de que hay comida china, japonesa, española, italiana, argentina de churrasco y chimichurris, y otras que se les escaparon como las enchiladas suizas y norteñas. Dicen que seguirán recorriendo la ruta turística de Coahuila con sus vinos y sus dinos.
Se llevan buenos recuerdos de la sinfónica del desierto, de sus universidades y del Ateneo “de fachada piramidal”, cercano al Tecnológico de fachada barroca. Compararon la Alameda con otros parques que conocen ponderándola mucho, al igual que el frondoso Chapulín y el Bosque Urbano. Sacan muchas fotos de rincones de belleza escondida en las calles del centro histórico.
Dicen que se preparan eventos espectaculares para el tiempo vacacional. Parece que el norte va teniendo un atractivo creciente para gente de otros puntos cardinales. Ha crecido la hotelería para todos los gustos. Y ya hay muchos hogares que ofrecen hospedajes muy cómodos. Reciben huéspedes de Europa, de Canadá y hasta de Oriente. Se afilian a ese sistema internacional de hospedajes no hoteleros que son atraídos por información de las redes sociales.
No tardan en llegar también esos visitantes que ya no son de ida sino de vuelta. No migrantes sino deportados. Aquellos que el sueño americano se les volvió pesadilla. Y los que logran pasar el filtro del sureste y se van quedando por acá en trabajos que dan para sobrevivir.
Hay desplazamientos de negocios, de visitas familiares, de compra en otro lado, de atenciones médicas lejanas, de constantes viajes circulantes por estudio o trabajo en ciudades todavía no conurbadas, pero cada vez más cercanas. Se observa en todo el mundo la movilidad incesante usando todos los vehículos terrestres, marítimos y aéreos. Los encuentros de las diversidades geográficas y culturales, raciales y sagradas van haciendo naciones y ciudades sumergidas en la pluralidad abigarrada y múltiple.
El movimiento envolvente del que hablaba Teilhard se va dando no sólo en globalización sino en urgencia de solidaridad, de comprensión, de complementación e integración sin exclusiones. Alguien dijo en un grupo de reflexión semanal: “Para ir al Hijo hay que salir al encuentro del hermano para descubrir una paternidad común”. Aludía a la vocación de la humanidad a ser familia que camina hacia un mismo hogar.
La hidalguía de la hospitalidad acogía al caminante por los caminos de Castilla ofreciendo hogaza y tarro, cobija y techo. Una mentalidad de nobleza y apertura, de contacto y diálogo, hace del compartir y conversar una actitud incluyente. Es lo inverso de la belicosidad salvaje que acapara y agrede, menosprecia y excluye...