Mirador 20/07/19
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Este hombre morirá mañana.
Su ejecución –será decapitado– está fijada para el instante en que brille la primera luz del sol.
El hombre es un soldado griego perteneciente al ejército de Atenas. En batalla contra los siracusanos cayó prisionero. Llevado al campamento enemigo fue confinado en la celda de los que van a morir.
¿Qué hace el ateniense mientras pasan las horas de la noche? Se pone a recitar en alta voz versos de Eurípides. Con emoción los dice, pues su armonía le trae recuerdos de felices tiempos, los que pasó en su patria al lado de la mujer amada y sus pequeños hijos.
En eso llega Metelo, el tirano de Siracusa. Escucha al soldado que recita, y los armoniosos versos hacen que se remueve en él un sentimiento de humanidad que había perdido. Le perdona la vida al condenado y lo provee de lo necesario para que vuelva a Atenas.
Los antiguos historiadores helénicos narraban esa historia. La usaban para mostrar que la belleza puede vencer al odio entre los hombres y poner luz en las sombras de la muerte.
¡Hasta mañana!...