No importan beneficios… No es la economía
COMPARTIR
TEMAS
EL IMPERIO CONTRAATACA
Si Evo Morales se hubiera negado a la “solicitud” del ejército boliviano de que renunciara al máximo cargo público antes de concluir su mandato y después de resultar reelecto Presidente de la Republica Plurinacional de Bolivia –con más del 10% de votos después del segundo lugar–, correría la sangre, más de lo que ya sucede ahora, contra sus seguidores y contra las comunidades indígenas que superan el 62% de la población (con 36 lenguas originarias reconocidas).
RESULTADOS SOCIALES Y ECONÓMICOS
Según datos de organismos multinacionales (ONU, CEPAL, FMI, OMS), en materia económica en catorce años de gobierno del indígena aimara –no egresado de universidades de Europa o Estados Unidos– el Producto Interno Bruto creció 327% y pasó de 9 mil millones de dólares (mdd) a 44 mil 885 mmd en 2018, con promedio de poco menos del 5% en crecimiento económico, y para este año, con entorno mundial adverso, superará el 4%; en 2008 la inflación fue de 11.85% y a octubre de este año fue de 1.95%; pasó de ser el segundo país con mayor nivel de deuda externa con 52% del PIB, al séptimo con 24% del producto; de una economía dolarizada con 97% de depósitos en esa divisa, ahora los depósitos son 94% en la moneda boliviana. Es decir, estabilidad macroeconómica.
En materia social: al 2017 el ingreso per cápita pasó de mil 120 dólares a 3 mil 130 dólares; la pobreza se redujo de 63 a 39%; la extrema pobreza monetaria se redujo de 38 a 15% de 2006 a 2017; el desempleo se redujo de 8.1 a 4.2% en el mismo periodo y el salario mínimo se incrementó de 440 a 2 mil 60 bolivianos (moneda nacional) y con 62% de la población con ingresos medios; el presupuesto para salud creció en 173%, construyéndose más de 19 mil 600 unidades de salud y 34 hospitales de segundo nivel, así la esperanza de vida se elevó de 64 a 71 años; se construyeron mil 206 unidades educativas (total de 16 mil 733); entre otros logros.
Lo anterior con el respaldo tanto de política económica orientadora del mercado, como la renegociación de contratos públicos con empresas extranjeras (con impuestos sobre valor de la producción de entre 50 y 85%) y nacionalización de empresas e hidrocarburos cuyas exportaciones alcanzaron la cifra de 100 mil millones de dólares; (además, Bolivia posee la reserva más grande el litio con 21 millones de toneladas), infraestructura productiva e incremento de la demanda interna vía elevación paulatina de los salarios.
ELECCIONES, OEA Y GOLPE DE ESTADO
Las elecciones presidenciales del 20 de octubre dieron el triunfo a Evo Morales, quien terminaría su actual mandato en diciembre de este año; la diferencia con el derechista Camacho fue de 10%, la duda es si 9.9 o 10% por encima del segundo lugar. Obviamente, iracunda, la derecha se inconformó y no aceptó el resultado. El gobierno convocó a la OEA a una auditoria al proceso electoral, pero la oposición tampoco aceptó; Morales aceptó nuevas elecciones, el candidato opositor Carlos Meza tampoco aceptó.
La OEA y los Estados Unidos afirmaron que hubo “graves irregularidades” y se encendió la mecha. Ya se descubrieron audios entre líderes de derecha y la embajada estadounidense. El golpe contra la decisión popular estaba ya fraguado.
Desde la ultra derecha, el furibundo Luis Fernando Camacho es quien, con Biblia en mano, lideró las protestas, es empresario del gas (recurso natural que el gobierno boliviano nacionalizó) y se le liga a una amplia red de corrupción.
El Centro de Investigación Económica y Política (CEPR, con sede en Washington) también auditó el proceso y desmintió a la OEA, afirmando que no hubo irregularidades y que Evo Morales habría ganado por más de 10 puntos porcentuales.
La segunda vicepresidenta del Senado en el país andino, Jeanine Áñez (que se compadece de los mexicanos porque en mayoría decidimos luchar por la justicia y la igualdad), sin quorum legal en la Asamblea senatorial se autoproclamó presidenta “para pacificar al país” y fue investida como tal ¡por los militares de vocación golpista! Y aún hay intelectuales y académicos que apuestan toda su docta formación a que el resultado no fue un golpe, sino una “recomposición constitucional” del Estado boliviano.
NO ES LA ECONOMÍA
Cuando la democracia redistribuye la riqueza y no responde a los intereses oligárquicos, entonces la derecha afirma que es dictadura o populismo. Con incisivo dedo inquisidor, los agoreros del desastre pontifican y descalifican el asilo que se otorgó en nuestro país al presidente Morales, cuando en su Patria estaba en peligro su vida (su casa fue saqueada y destruida); así, partidos políticos se agrupan con la derecha mexicana y sus muchos irascibles promotores, se frotan las manos y quieren un atentado contra el indígena boliviano, por mínimo que sea, para que se desprestigie a nivel internacional tanto el actual gobierno federal como el país.
En Bolivia hoy se persigue y se encarcela a los militantes del Movimiento al Socialismo y a dirigentes indígenas (se encarceló a 34 funcionarios por el supuesto fraude electoral), además, se observan expresiones coléricas de discriminación y exclusión en ese país, e inclusive lamentablemente también aquí en México, hasta en redes sociales circulan fotografías falsas que ligan al líder aimara con el narcotráfico internacional.
Lo que se creía erradicado en América Latina ha retornado por los intereses geopolíticos y geoeconómicos de Estados Unidos. No es la economía, no importan los resultados positivos económicos y sociales, las derechas no se detienen ante nada y menos ante la población indígena y su digno líder boliviano. El imperio contrataca.
Aun con amenazas de “cacería” por parte de la derecha boliviana, este golpe de Estado sólo se revierte con la consiente, alegre y efectiva organización popular, esos grupos sociales que tanto preocupan a las oligarquías y ponen de nervios a los herederos del medioevo.