Reconciliación, perdón y… ¿olvido?
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El tema que trajo a la mesa Andrés Manuel López Obrador esta semana, sobre su solicitud a España de pedir perdón por agravios y matanzas sucedidos durante la conquista de la Nueva España en contra de los pueblos originarios, ha generado mucho análisis en todos sentidos. Sin embargo, al mejor estilo “valemadrista” de este tiempo ha generado principalmente burlas y memes, pero ninguna posible solución o salida razonable a esta minicrisis diplomática a todas luces innecesaria.
Por más o menos sangre originaria que lleve en mí, y dado que no me siento con la necesidad de que España me diga nada sobre la conquista, no quisiera presumir saber lo que la mayoría de los mexicanos, pero sobre todo de los que pudieran sentirse con un mayor agravio histórico a cuestas sobre el asunto. Si dejamos a un lado que la ofensa en cuestión comenzó hace 500 años y terminó hace unos 200 (sin contar las altas comisiones de BBVA o Santander o el maltrato de la compañía de aguas local de hoy en día), pudiera parecer, en estos tiempos de pragmatismo exagerado, un poco extemporáneo y hasta risible traer a la mesa la necesidad de que España pida perdón por lo que en aquel entonces hicieron sus súbditos.
Hay muchos ángulos del tema y tal vez, para cuando usted lea estas líneas, España habrá enviado una carta (traducida al náhuatl y a otras 100 lenguas que se hablaban cuando llegaron los españoles) pidiendo perdón y un par de galeones con 10 toneladas de oro (valuadas en unos 416 millones de dólares) y otras 50 de plata (valuadas en 24 millones de dólares) como pago simbólico para resarcir el daño. Aunque AMLO habló de agravios y matanzas y no de un pago económico, es relevante poner en contexto que se habla de que los españoles extrajeron entre 150 y 200 toneladas de oro y unas 7 mil de plata de América. En cuanto al saldo de víctimas mortales se habla de que tan sólo la Batalla de Tenochtitlan (verano de 1521) provocó la muerte de entre 100 mil y 300 mil aztecas, no más de 850 españoles y alrededor de 20 mil tlaxcaltecas (a este grupo originario traicionero, también hay que buscarlo para que pida perdón porque acabaron en el lado incorrecto de la 4T, ayudando a los españoles).
Volviendo al tema del perdón y la reconciliación, seguramente existen motivos suficientes para que la corona española, aunque sea ahora de otra familia, sienta cierta culpa, sobre todo si son tan decentes y católicos como aparentan. Sin embargo, cuando pasan siglos se vuelve algo complejo solicitar que alguien pida perdón. Más razonable hubiera sido que el ofrecimiento fuera voluntario de España o negociando (en privado, con cuidado y sin tanto chisme) algún tipo de reconciliación histórica, un borrón y cuenta nueva simbólico, que permitiera atender el sentimiento de AMLO (suponiendo que represente grupos en México que necesiten ese gesto) y al mismo tiempo lavar cualquier sentimiento de culpabilidad o remordimiento que pudiera existir de la corona española. Hacerlo mediante una carta (que se filtró) es casi tan mala idea como el famoso “comes y te vas” de Fox a Castro. Es lo que se puede llamar diplomacia con las patas.
Finalmente, el evento causa aún más división en México al toparnos con los que no pueden ver ni un sólo error y los que no son capaces de ver un sólo acierto en lo que dice o hace AMLO. Estos grupos de pronto se disfrazan de antiespañoles casi aztecas por un lado, y de vasallos de la corona española o simples tlaxcaltecas por el otro. No hay argumento ni razón suficiente para dejar pasar de manera elegante un tema que no debería estar en las primeras 100 prioridades del gobierno de la 4T. Nos vamos inmediatamente y sin pensarlo, como el perro, atrás del autobús. El problema es que pasa un autobús cada día y no dejamos de ladrarle a uno solo.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com