Richard Buendía
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La peste del insomnio llevó consigo el olvido en Macondo. Aureliano encontró la manera de contrarrestar los estragos de la memoria adhiriendo a cada objeto un papelito con su nombre. Así, cuando se iba el recuerdo, le bastaba con leer su etiqueta. Un recurso efectivo, al menos antes de que las letras también fuesen olvidadas.
Fue el historiador y músico August Wilhelm Ambros quien acuñó el nombre de la versión musical del papelito engomado de Aureliano: leitmotiv, término alemán cuya traducción literal es “motivo conductor” y que ha de pronunciarse como “láitmotíf”. Este consiste en un tema musical breve que identifica a un objeto, un sujeto, una circunstancia o una emoción particular en la acción operística. El público percibe esta identificación a partir de una insistente relación entre el referente escénico y su leitmotiv, de tal modo que, durante el desarrollo de la ópera, no hará falta la presencia del referente para que su evocación tenga efecto al manifestarse su etiqueta musical.
La idea de Aureliano fue difundida por su hijo, Jose Arcadio Buendía. Él mismo “con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola”. No conforme con los objetos, continuó con los animales: “vaca, chivo, gallina, yuca, malanga, guineo”. Luego, ya más estudiadas las “infinitas posibilidades del olvido”, escribió notas explicativas; por ejemplo, las funciones de una vaca y sus instrucciones de uso. La estrategia se esparció rápidamente por Macondo, de manera que “en las casas se podían leer claves para memorizar los sentimientos”, o bien, preceptos insondables como: “Dios existe”. Pilar Ternera llegó incluso a mistificar ese entorno semántico “cuando concibió el artificio de leer el pasado en las barajas, como antes había leído el futuro”.
Richard Wagner fue quien utilizó con más entusiasmo el recurso del leitmotiv, aunque prefería llamarlo con otros nombres: Hauptmotiv, thematisches Motiv, Grundthema, etc. Destaca su aplicación en el ciclo tetralógico El Anillo del Nibelungo. El material temático de esta ópera de poco más de quince horas de duración es absolutamente reiterativo. Wagner se muestra pródigo en leitmotiven; en uno de carácter laborioso para los nibelungos, uno horrísono para los gigantes, otro aguerrido para las walkirias. El ave que revela la verdad a Siegfried tiene su propia etiqueta, lo mismo que Logue —el fuego— y el dios Wotan. El yelmo mágico la tiene; incluso el amor incestuoso entre Siegmund y Sieglinde posee identificación sonora. Construcciones de este tipo permiten una presencia musical de semántica definida, dando lugar a verdaderos parlamentos orquestales. Esta clase de discursos escénico-musicales vuelve factibles las remembranzas y los augurios sin necesidad de palabras o acciones escénicas.
Pilar Ternera, Aureliano y Jose Arcadio Buendía permitieron a la gente de Macondo superar la epidemia del olvido en lo que Melquíades llegaba con la cura definitiva; mientras que Richard Wagner sublimó el artificio que da lugar a la evocación musical de entidades ausentes del escenario, así como el de fortalecer su presencia.
reyesvaldesalejandro@gmail.com