Satisfactores engañosos
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Se habla de legalización de la droga para no prohibir sino controlar.
Se recuerda los tiempos de violencia y gangsterismo que provocó la veda del alcohol en EU. Cuando se legalizó, quizá aumentó, tal vez disminuyó el consumo pero las normas lograron controlar y hacer visible el mercadeo. No se suprimió el vicio sino siguió el mismo camino que en todo el mundo ha seguido la prostitución. La legalización no significa cancelar la nocividad u otorgar una permisión generalizada. Al caballo domesticado no se le quita su brío, pero se le sujeta a control con la rienda que lo frena.
Podría prohibirse el tabaco cancerígeno. Sólo se legaliza para que no se oculte su peligrosidad para la salud, se eleva su precio y, sobre todo, se informa constantemente y se hace campaña para que nadie se deje fumar por el cigarrillo por ignorancia. La cannabis se ha abierto paso hasta los artículos de prescripción, vistiendo un uniforme de enfermera. Ningún disfraz carnavalesco le ha servido hasta ahora para invadir las áreas recreativas de su uso lúdico.
La ley tiene los dientes de la sanción. El desembolso o la privación de libertad muerden al infractor. Producción, transporte, compraventa y consumo se someten a vigilancia constante para evitar ilegalidades. Junto con eso, toda autoridad tiene el mandato de mantener viva la campaña de información mediática, de información escolar, de frecuentes conferencias y talleres de orientación, subrayando las pésimas consecuencias psicofísicas de la adicción.
Las sustancias psicotrópicas, como tales, son una maravilla natural. En uso minúsculo de dosis sistemáticas tienen efectos curativos muy efectivos. Lo peligroso es la sobredosis, el abuso, la desmesura. Se convierten en satisfactores engañosos. Causan una falsa euforia con alta factura contra los equilibrios fisiológicos, dañan órganos y tienen efectos psicológicos que repercuten en conductas antisociales. Es lo que se llama adicción. Es el verdadero enemigo.
Es la adicción un síntoma de las patologías sociales de nuestro tiempo. Muestra su rostro en todas las codicias de acaparamiento monetario y en especie. Se asoma al campo de todas las obesidades por la adicción a la panza llena. Nunca está ausente de las voracidades que pretenden hartazgos crecientes de poder. La adicción al placer sexual sin ética genera un abanico de desórdenes prematuros adolescentes, de noviazgos incontinentes, de fornicaciones y prostituciones pandémicas, de adulterios y crisis de identidad.
La educación insuficiente o deshumanizada da por resultado, como adicción, el consumismo del “úselo y tírelo”. En que toda actualización prepara una obsolescencia. Lo que es de última generación hoy quedará obsoleto mañana. Así se va extendiendo la omnipresencia de la adicción como actitud enfermiza viral.
La legalización de todo lo nocivo, unida a una formación ética que no se quede rebasada en la carrera. Por la delantera tecnológica es el binomio que puede ser poderoso para lograr sobriedad, templanza, moderación, justo medio alejado de extremos viciosos.
Desde la fe en la Palabra revelada, las nuevas generaciones pueden encontrar recursos extraordinarios para sus victorias. En los caminos de la verdad y el amor, que enseñó el Maestro de Nazareth, encontrarán los verdaderos satisfactores para una felicidad sin decepciones...