Violencia de género: el largo camino por recorrer
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Señalar que las mujeres constituyen un grupo vulnerable al que históricamente se ha condenado a la discriminación, así como a múltiples tipos de violencia, está lejos de ser un señalamiento retórico, una “moda” o un lugar común. Se trata de una realidad tangible que demanda atención amplia e inmediata..
La multiplicación de denuncias de acoso y abuso sexual registrada en las últimas semanas, a partir de que VANGUARDIA publicó los resultados de un ejercicio de denuncia anónima, organizado en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila, dan prueba de la veracidad del señalamiento.
Al respecto, el rector de la máxima casa de estudios de Coahuila, Salvador Hernández Vélez, ha insistido en un señalamiento que es importante rescatar: la realidad de violencia en contra de las mujeres no es privativa de la UAdeC, sino que se registra en todos los ámbitos de la vida social.
Desde luego, la puntualización no debe ser rescatada para “justificar” o minimizar la gravedad de lo que ha sido denunciado en Jurisprudencia primero, y en la Facultad de Psicología después. Tan sólo es preciso tenerla en cuenta para hacernos cargo de la magnitud del problema.
En este sentido, hoy publicamos la primera de varias historias que han sido hechas llegar a esta casa editorial y que evidenciarían la existencia de un clima de acoso laboral y hostigamiento sexual en contra de las mujeres en otros ámbitos de la vida pública.
También damos a conocer una cuenta de correo electrónico a través de la cual, quienes hayan sufrido un episodio de este tipo pueden contactarnos para hacer saber sus historias.
En VANGUARDIA estamos convencidos de que hacer frente a esta problemática pasa necesariamente por escuchar la voz de las víctimas y contribuir con ello a la generación de un clima de confianza y certidumbre, que les permita alzar la voz y señalar a quienes les han agredido.
Visibilizar los casos registrados en nuestro entorno cercano contribuirá a que desechemos de una buena vez la idea de que quienes denuncian acoso o abusos en su contra “exageran”, son “poco tolerantes” o, peor todavía, “provocaron” de alguna forma a sus agresores.
La violencia y el acoso sexuales no son normales y el primer paso para combatirlos de manera eficaz es que todos condenemos tales conductas sin ambigüedades. Y para hacerlo debemos ver a los ojos a quienes han sido víctimas de tales abusos y ofrecerles solidaridad.
El movimiento #MeToo, surgido en Estados Unidos a partir de la multiplicación de denuncias en contra de prominentes figuras de la industria cinematográfica, ha mostrado el camino para transformar el mundo de miedo y vergüenza de las víctimas femeninas en uno de coraje y determinación.
Quienes en nuestro entorno cercano han vivido episodios similares tienen ahora la oportunidad de emular ese ejemplo y dar una muestra contundente de que ha llegado el momento de abandonar los patrones socioculturales, que han encasillado a las mujeres en el papel de objetos, negándoles con ello la dignidad inherente a su condición humana.