Vivir por vivir
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ESTIMADA ANA: Por distintas circunstancias de mi vida, a mis 42 años sigo viviendo en casa de mis papás, aunque hace algunos años compré una casa a crédito que tengo rentada. Trabajo en la misma empresa desde hace casi 10 años y me va muy bien, tanto en el aspecto laboral como en el económico, el trabajo es estable y he logrado ascender en muy poco tiempo. Sé que mucha gente me aprecia, tengo grandes amigas pero aún con todo, a veces siento que no he hecho nada productivo en mi vida. Sigo soltera en medio de un grupo de amigas y amigos que en su mayoría están casados, con varios hijos, incluso hasta universitarios. Algunos están divorciados o separados, pero todos tienen más o menos la vida que querían tener. Cuando tuve la oportunidad de que las cosas en mi vida cambiaran, no resultó lo que esperaba en el plano sentimental, pues la persona con la que salía resultó ser un hombre casado y no quise agregar más problemas de los que ya tengo. De repente tengo la sensación que estoy viviendo solo por vivir, incluso como una adolescente de 15 años que aún tiene que avisar para salir y con quién. Hay días en los que me siento muy harta, fastidiada de no tener el valor de decirle a mis padres, que por cierto están chapados a la antigua, que quiero salir a divertirme, sin tener que estar preocupada por regresar a dormir. He tenido al oportunidad de al menos pasar la noche con alguien, sin compromisos ni excusas, pero ni siquiera de eso soy capaz, aunque realmente quiera hacerlo. No sé cómo cambiar toda esta rutina en la que me encuentro, pues tampoco quiero herir a mis padres. Luz María. ESTIMADA LUZ MARÍA: No siempre lo que tenemos materialmente hablando ni las personas que están a nuestro alrededor es sinónimo de sentirse exitoso y no es suficiente para tener la sensación de haber conseguido lo que querías para tu vida. Y es que no basta con cumplir con tener las cosas que se supone son necesarias para tener una vida feliz y llena de satisfacción, pues el éxito requiere de algo específicamente concreto. Si no tienes una meta clara, la vida te llevará de un lugar a otro, sin un objetivo específico a lograr. Es más, en ocasiones tendrás la sensación de que todo te sale mal. En cambio, si tienes una meta definida, podrás ver las cosas de distinta manera y con el objetivo claro de lograrlas. Por ejemplo, si realmente quieres empezar una relación con alguien, llegará el momento que ni tu misma te lo explicarás, en el que le dirás a tus padres que esa noche no llegarás a dormir, sin temor, culpas ni remordimientos. Te dejo el siguiente texto, muy de acuerdo con la etapa que estás viviendo: “Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes. “Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia como ahora. “Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas, descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y a pesar de ello.... ¡quererme mucho!”. ANA