Sin música baila el trompo ...y con él sus ilusiones: Jovencitos del oriente de Saltillo sobreviven pese a generación gamer

Saltillo
/ 19 septiembre 2020

Ellos transforman patios y banquetas en espacio propicio para el juego y le dan vida a una tradición mexicana

La adrenalina de bailar un trompo sobrevive. Los niños enredan un lienzo como carrete, lo lanzan sobre el aire con fuerza y logran que gire con velocidad. Entusiasmados, compiten por ser el mejor.

Pese a la generación de videojuegos que actualmente entretiene más de cinco horas a niños y jóvenes, este juego tradicional mexicano permanece en colonias de la periferia como uno de los juegos que todavía se observa en la terracería de sus barrios.

Niños de entre 8 y 15 años de edad convierten este tradicional juguete en un festín con el viento, volando desde su propia altura trompos de colores, brillantes, de madera o metal, todas las tardes.

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La nula posibilidad de rentar películas, ver televisión de paga, entretenerse con videojuegos, celulares o tablets, lleva a los niños que radican en las colonias Privada de La Torre, Zaragoza, Fundadores y Mirasierra a convertir sus patios y banquetas en una pista para bailar los trompos.

UN PRODUCTO QUE SE VENDE BIEN

Papelerías como “La Torre”, promueven las competencias, juegos y venta de este juguete con el propósito de que este tipo de actividades al aire libre no desvanezcan con el tiempo, como ha ocurrido con otros juegos típicos mexicanos.

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 “Los niños se ven sorprendidos cuando los ven, algunos no los conocen, los compran y sus padres, que son de generaciones que sí los usaban, les enseñan, uniendo también, de algún modo, a las familias”, expresó David Ilizaliturri, propietario de la papelería.

TIENEN TEMPORADA ALTA Y COMPETENCIAS PROPIAS

Al menos una vez al año, se realizan competencias con la participación de 15 a 20 niños en los meses de agosto y septiembre, siendo la temporada en que más auge tiene la venta de los trompos con un costo de entre 10 y 20 pesos.

“Invitamos a los niños a separarse de los monitores un rato e intentar girar un trompo como lo hacían sus padres, en parte como un rescate a esos tradicionales juegos que antes hicieron reír a sus padres, pero también como una actividad que requiere de destreza y paciencia”, agregó David Ilizaliturri.

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