Indultan a toro en La México
COMPARTIR
TEMAS
Juan José Padilla, por insistencia del público, regaló un toro al que adornó con los garapuyos caldeando al respetable
Saltillo, Coahuila. Ayer se lidiaron en La México toros de la ganadería de Villacarmela para los diestros: el jerezano Juan José Padilla, el potosino Fermín Rivera y el capitalino José Mauricio en lo que fue la cuarta corrida de la Temporada Grande 2014-2015. Los toros de desigual presencia y juego, se dejaron meter mano, excepto el primero que resultó peligroso y el de regalo que fue indultado.
Juan José Padilla, por insistencia del público, regaló un toro al que adornó con los garapuyos caldeando al respetable, luego de una tarde tediosa, el de Jerez tuvo un toro a modo al que con base de muletazos de variedad e hilados Padilla se dio gusto toreando en redondo y molinetes, y luego de la bravura y fijeza que el astado de Villacarmela tenía fue indultado.
Su primero, un toro peligroso que desarrolló sentido desde el capote, buscó siempre al torero detrás de la muleta, incluso Padilla sufrió un golpe; decidió abreviar la faena. Con el cuarto de la tarde, se desató al saludarlo con tres largas cambiadas de rodillas y luego las verónicas de adorno. Una faena achispada con la pólvora que prende Padilla ante toros incluso que no cooperan, arriesgando en el toreo de hinojos; el toro se apagó y el de Jerez se quedó con las ganas de cortarle las orejas.
Fermín Rivera, con un anovillado toro, hizo un parco toreo, entre lo clásico y la parsimonia de los pases, le dio tiempo para ir metiéndolo en la muleta, sin adornos y con la legitimidad de su estilo, a pesar de un pinchazo inicial, al perfilarse de nuevo y doblar el toro se le dio un apéndice. En su segunda actuación tuvo un mal colaborador, sin esperanza con un toro quedado y sin fuerza, sin remedio, lo pasó por el estoque.
A José Mauricio se le vio sin sitio con su primero, sin embargo sí hubo buenos muletazos en una faena sin estructura ni secuencia. La estocada no fue suficiente para pasaportar al toro, el juez, sin embargo, otorgó una oreja. El segundo de su lote estuvo siempre fijo al piso, y sin fijeza en la muleta, ni recorrido; el capitalino, tesonero por agradar al público, se mostró voluntarioso siempre, colocó buena estocada para deshacerse de su enemigo, leve petición de oreja, que no fue concedida.