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Cómo me gustaría escribir algo así cuando me refiriera al gobierno de mi país: “Tenemos un gobierno que avanza con paso firme hacia las reformas que responden a las inquietudes y necesidades de quienes aquí vivimos. Es un gobierno al que no podemos escatimarle su empeño inteligente y ordenado, traducido en acciones concretas que han propiciado el acceso a empleos dignos y de calidad que les está abriendo a millones de mexicanos la oportunidad para definir su proyecto de vida. Todo parece indicar que hoy tenemos un estadista de la cabeza a los pies dirigiendo a nuestro país, al fin un Presidente de la República para quien el bien público sí es prioridad”. Pero la realidad es otra, no tiene nada que ver con este sueño guajiro, como diría mi madre. El domingo pasado, 5 de junio de 2022, volví a sentir el chasquido de las bofetadas que me despertaron para gritarme: “Órale, que estás en México, y todo sigue igualito... hay mugre de a montón, como siempre”. Pasaron lista de presente en los estados en los que hubo elecciones en mayor o menor grado, pero pasaron, el desgraciado asistencialismo electorero, las traiciones y las complicidades interpartidistas estuvieron al orden del día y más en esta época de “migración” –Murat y Fayad lo exhibieron sin el menor sonrojo-, hubo robo de urnas –qué ilusa, yo que pensaba que eso era del precámbrico-, volvió a ganar el abstencionismo, y ya no le sigo, no soy masoquista. ¿Por qué hay un rechazo sistemático, consuetudinario, al ejercicio de un derecho que nos permite a los mexicanos decidir qué queremos para vivir en un país próspero, ordenado, con piso parejo para desarrollar nuestros talentos y habilidades?, ¿de verdad nos vale gorro la inseguridad pública pendiente de nuestras cabezas, que no se atiende por la autoridad facultada para ello?, ¿no hay nada que nos mueva aunque sea un poquito por dentro a inconformarnos, por ejemplo, de los deficientes servicios de educación, de salud, que presta el Estado?, ¿nos importa una pura y dos con sal pagar impuestos a capricho del gobierno sin exigirle eficiencia y eficacia en su administración? Hay quienes dicen que están hasta la ídem de los políticos, y tienen razón, la mugre de la mugre -en muchos casos– es la que llega a los cargos públicos, pero se sigue colgado a la inercia del “dejar hacer, dejar pasar”. Hay quienes no van a votar, con la cantinela de que vomitan todo lo que huela a López Obrador o a los aliancistas, o con el sobado estribillo de “que para qué voto si todos son iguales”. Con esa actitud, discúlpenme el francés, se jode más a México. La democracia, como argumentaba el filósofo francés Claude Lefort –crítico objetivo del totalitarismo-, es un régimen intrínsecamente inconcluso que se va construyendo y redefiniendo constantemente. ¿Por quienes? POR TODOS. Ah... y no es cierto, dicho sea de paso, que todos los que nos dedicamos a esta noble disciplina que es la política, somos rateros y sinvergüenzas. También, habemos personas con principios. Y lo apunto, sin alardes. Los valores se maman en casa, con el ejemplo. De modo que no es asunto de colores partidistas. Y retomo el punto. En política, NADA ESTÁ ESCRITO, ni las victorias ni las derrotas son para siempre, no lo digo yo, eso está demostrado. Morena está de plácemes, porque ganó cuatro de seis y se están relamiendo la boca para pelear la quinta en los tribunales. Donde ganó, todo estuvo correcto, nada que señalar... pero donde perdió, muy al estilo de su patrón, hay que impugnar porque no fue limpio. La oposición tiene dos y también salió a decir que “hay tiro para el 24”. Quienes tienen en sus manos, en su haber, en su derecho, decidir qué quieren para México, no son los partidos políticos ni el gobierno en turno, son los MEXICANOS, somos los electores. Si la sociedad civil se aplica como nunca lo ha hecho, partidos políticos y los políticos van a recibir una lección inédita. Ese es el desafío. A ver si tenemos los tamaños. Desechemos al partido o coalición que se atreva a avalar impresentables a los cargos de elección popular, ya basta de seguir contribuyendo a la longevidad de la despreciable corrupción. Castigue en las urnas esa falta de respeto a nuestra inteligencia y a nuestra investidura ciudadana. Hágalo, no se deje. Usted es el mandante.
Por favor, rompamos el paradigma que ha sido nuestro Waterloo SIEMPRE, dejemos de centrarnos en la elección presidencial, y decidamos con INTELIGENCIA, con la cabeza bien fría, a quienes queremos como diputados federales y senadores, porque en 2024 se renueva también el Poder Legislativo de la Unión. Con un Legislativo conformado por mexicanos capaces para el desempeño del cargo, comprometidos con las causas de sus representados, el Ejecutivo, del color que sea, va a enterarse que se acabó el país de los ciegos y que el tuerto ya no es rey.