‘Empuñar la ira’, una lectura
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Al terminar de leer “Empuñar la ira” (Anónima Editores, 2021), libro de cuentos de Eduardo Benítez Tamez, descubro un universo con dos rostros: el viaje hacia el encuentro personal y la exploración de esa delgada línea (o “línea de la sombra”, como diría Conrad) que determina el quiebre dentro de la vida. También observo dos tipos de personajes: los que ya están rotos y los que juegan a salvarse. El título de la obra, en un primer acercamiento, me hace pensar en la violencia, pero al abrir las páginas la emoción es otra. No es el típico libro norteño de narcotraficantes, sangre y cantinas, que tanto me cansa. Tampoco banaliza el dolor. Si bien, algunos de estos elementos aparecen dentro de la ambientación, el rumbo es muy diferente, en especial con el lenguaje. La escritura tiene una intención lírica muy natural que logra un efecto, en momentos, de ternura y, en otros momentos, de agresión. Intentaré explicarme.
El primer cuento se titula “La añoranza de volver a casa” y muestra la historia de un hombre con un pasado horrible. Cuando era niño salió con su padre a buscar leña. Los alcanzaron dos criminales que asesinan al padre y se roban al hijo para criarlo “como uno de ellos”. El pequeño nunca olvidó su origen y espera muchos años para poder vengarse. El texto se compone de varios recursos como intercalar dos tiempos en la narración y las historias dentro de las historias (a lo Sherezada o don Quijote). El lector encontrará una realidad social que México padece desde hace tiempo: la invasión de los grupos criminales en las comunidades. Por otro lado se indaga sobre las emociones humanas. La ira tiene raíces más complejas y profundas de lo que parece. ¿Qué tan legítimo es el odio?, me pregunto.
El segundo de los siete cuentos es “El vuelo del ángel Filemón”, que contrasta por su aire onírico y al final devuelve a los lectores a la realidad: dos amantes que buscan la libertad, aunque no siempre sea amable. En esta segunda edición del libro aparecen dos cuentos en imperativo: “Cierra los ojos y piensa en mí” y “Aquí no entrarás más”. Ambas historias protagonizadas por mujeres. Una padece las infidelidades del marido, la otra el maltrato. Cada una resuelve su conflicto a su manera, a pesar de que el “desenlace” las destruya. Este par de cuentos genera una sensación de equilibrio entre los otros que presentan situaciones más cercanas al mundo masculino como “La nube de humo” (un grupo de hombres hablando de futbol en un bar) o “El loco Mireles”. En este último, el personaje es un futbolista que está frente a la oportunidad de su vida, pero de nuevo los conflictos internos lo orillan a una fractura pavorosa: ¿Cuál es el sentido del triunfo cuando todo lo demás se desmorona? Sin duda, uno de los cuentos más atractivos del libro.
Finalmente, “El naranjo del abuelo”, me parece un poco distinto a los demás. El texto está dedicado a los abuelos del autor y es el primer guiño de autorreferencia. La narración es por demás tierna. Relata la historia de un niño fascinado por los árboles que su abuelo cuidaba en el rancho. Pese a las burlas de sus compañeros, siempre presumió la magia de aquel lugar, aunque también este niño tendrá que enfrentarse muy pronto con la vida.
Benítez Tamez, originario de Monterrey, coloca como epígrafe un fragmento de “Las ciudades invisibles”. Resume el espíritu de su obra y la intención de los cuentos. Hay dos maneras de afrontar el infierno de los vivos, el que “habitamos todos los días”. Dice Ítalo Calvino: “La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”. Los personajes de “Empuñar la ira” comparten su infierno personal, que podría ser el infierno de cualquiera. ¿Qué cosas dentro del desastre nos salvan del naufragio? Cada lector ofrecerá su respuesta.