Epicentro Sonora
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El pasado 29 de octubre, Sonora fue, durante veinticuatro horas, epicentro geopolítico de América del Norte. En Hermosillo se dieron cita el presidente López Obrador, Marcelo Ebrard, y el gobernador Alfonso Durazo, en calidad de anfitriones, con John Kerry, conocido como el embajador del clima de los Estados Unidos, y el embajador de ese país en México, Ken Salazar. Ambos, vacas sagradas de la nomenclatura del Partido Demócrata del presidente Joe Biden.
Ahí se presentó el “Plan Sonora de Energías Renovables”. Se trata de un plan que apuesta a construir el proyecto de energía solar más grande de América Latina y el séptimo a nivel mundial. El proyecto es gubernamental, lo hará la Comisión Federal de Electricidad (CFE). El proyecto se localizará en los alrededores de Puerto Peñasco y se propone elevar el porcentaje de energías limpias” en México hasta llegar a 35 por ciento en 2024, con alrededor de mil megawatts. Se trata del proyecto de energía renovable más importante del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Vale decir que esto de las energías limpias puede ser engañoso y confuso. Tanto las celdas fotovoltaicas, como los aerogeneradores enmascaran una enorme huella de carbono, se construyen quemando hidrocarburos, carbón incluido, y generan una masa enorme de desechos contaminantes cuando termina su vida útil. Alemania, por citar un ejemplo, que se precia de ser vanguardia en la generación de energía “limpia”, apenas satisface su demanda de fuentes “aparentemente” limpias, dependientes todas ellas de la quema de hidrocarburos.
El de Sonora pareciera que se trata de un proyecto importante para México, ¿pero qué interés tiene el gobierno de Estados Unidos en este asunto? Claro está que no me invitaron a la reunión, pero podemos inferir sin mayor esfuerzo. Por un lado, están las metas ambientales que los gobiernos del mundo se propusieron alcanzar en la ONU; y por otro lado, están las metas propias de la administración Biden. Unas y otras de cara a la Cumbre Mundial del Medio Ambiente, la COP27 que se celebra en Sharm El-Sheikh, Egipto, del 7 al 17 de noviembre.
Se trata también de una doble necesidad del Gobierno estadounidense de lograr un profundo impacto en México. La demanda de energía eléctrica en esta zona de América del Norte, entiéndase California, Baja California y Baja California Sur es altísima, muy por encima de lo que disponible hoy en día. California es la meca del Partido Demócrata y la apuesta de ese electorado por las energías supuestamente renovables, entraña un gran peso electoral. Esto es, urge a las Californias una energía que se agota y, para ser congruente con el discurso demócrata, esa urgencia debe satisfacerse mediante fuentes renovables.
Otra razón de mucho peso para el Gobierno de Estados Unidos tiene que ver con la geopolítica. La administración Trump abrió fuego contra China, inauguró así una nueva era en las relaciones internacionales, bautizada como una “nueva guerra fría”. De hecho, la estrategia frente a China es una de las muy pocas de Donald Trump que se siguieron en el gobierno de Biden.
Una consecuencia de este conflicto consiste en que ahora regresan al vecindario miles de millones de dólares estadounidenses que se invirtieron en China a partir de los años noventa. Para muchos inversionistas, producir en Estados Unidos sigue resultando muy costoso, en comparación con los costos que asumían en China. Sin duda, reducir las distancias ayuda pero, ¡bingo!, si ahí está México, justo a un lado qué mejor, barato y muy a la mano. Con un Tratado de Libre Comercio vinculante y un presidente urgido de buenos números en materia de empleo.
El retorno a México de empresas estadounidenses conocido ahora como “nearshoring” (la cercana ultramar), traerá muchísima inversión a México. Como López Obrador no entiende el tema, desconoce las condiciones mexicanas a estas empresas, más allá de lo que ya establece la ley.
Sin duda serán muchas las presiones medioambientalistas. Cuando menos, en electricidad se percibe una apuesta por lo renovable, otro gran tema será el agua. Que curioso, justo cuando López Obrador canceló un proyecto cervecero en Mexicali por la presión que impone a la disponibilidad de agua, ahora prepara a esa misma región para recibir una marejada brutal de inversión extranjera. Sólo él se entiende.
@chuyramirezr