Arrasando a Coahuila (Parte 1)

COMPARTIR
TEMAS
Época de arrase, no sólo con el patrimonio de los coahuilenses sino afectando los valores y alentando la disolución de la sociedad, es la que vivimos desde diciembre de 2005 a la fecha.
Trazando los elementos de una dictadura vitalicia, el clan de los “M” involucró conciencias mansitas y voluntades monetarias a fin de engordar las ansias derivadas de un apetito de hiena.
La constante en ese régimen, incluyendo el heredado a su delgadísimo delfín, es la lisonja, el sometimiento y la modorra.
PRIMER ARRASE. Un verdadero atentado contra la libertad de expresión fue la sentencia condenatoria al académico y periodista Sergio Aguayo a una demanda, oiga usted bien, por difamación ejercida contra el profesor bailarín y exreo Humberto “N”, iniciador de la dictadura coahuilteca que sufrimos.
Según el juececillo balaceras, de esos que se arreglan con un litro de tequila y dos litros de Fresca, el mencionado periodista (de los de verdad, no las plumas pagadas por la dictadura) afectó la imagen del exgobernante al hacer públicos comentarios como: que Beto “N” estuvo en el bote en España, que en EU hay denuncias en su contra encaminadas por los soplones que él ayudó a crecer en su administración, que en su desafortunado ejercicio la violencia se apoderó de Coahuila y que convirtió al estado en el cementerio más grande del mundo.
Afortunadamente los ciudadanos de a pie, como nosotros, tenemos un juicio de garantías al que podemos acudir cuando somos vulnerados; y recién a la sentencia, la Suprema Corte de Justicia atrajo el caso Aguayo.
Humberto, ya sin su habitual arrogancia, día con día siente el desprecio del poder y el evidente rechazo de la sociedad que lo arropó mientras les obsequiaba dádivas, hoy junta más gente un atropellado que una visita (a escondidas) a Coahuila.
Nunca entendió que su sentencia fue la del rey Lear: “nadie ayuda al rey moribundo” y paradójicamente el nuevo rey fue su hermano. Vaya cosa, ni en las tragedias griegas.
Los ciudadanos, uno a uno, le recordaremos el lamentable estado en que nos dejó a través de su deuda transexenal y como reloj puntual y continuamente se lo estaremos recordando, eso tenlo por seguro.
SEGUNDO ARRASE. “Podremos tener fallas administrativas, pero no somos rateros, y eso debe quedar muy claro. Ni estamos haciendo tranzas”. Con el mayor descaro ese guerrillero de banqueta que es el rector de la escuela de cuadros del PRI o UAdeC, Chava Pachecote, afirmaba ante el cuestionamiento del destino de 2 mil 100 millones de pesos que la Auditoría Superior del Estado detectó en el ejercicio 2018 de la citada escuela electoral.
Ante las evidencias claras de malos manejos de los recursos universitarios, no se puede señalar que se trata de simples fallas administrativas.
Dobles plazas, notas invalidadas, gastos sin comprobación y, sobre todo, desvíos evidentes a terceros de grandes cantidades constituyen el atraco a la hoy convertida en la máxima casa de votantes.
La respuesta, señor auditor, es muy simple: 2020 es un año de elecciones y el PRI necesita dinero para ganar algunos distritos. Tan, como decía su hacedor Rubén “N”, y ya.
Lamentable el papel de la otrora máxima casa de estudios, convertida desde tiempos de la Chema Nostra en una escuela de cuadros de un partido que está viviendo sus últimos momentos en el estado y que a como dé lugar lo quieren revivir. Comaladas de dinero, árbitros electorales a modo y zombis electores no serán suficientes para evitar la debacle.
TERCER ARRASE. En un año de elecciones y sin dinero para obras, la jugada de Riquelme para rescatar su gerencia administrativa es a través de la organización de eventos masivos.
En ese contexto fue firmado el segundo pacto de estabilidad laboral, ante la presencia de más funcionarios de su gerencia que empresarios y sindicatos.
A la cita llegaron secretarios de dependencias, alcaldes, regidores, funcionarios mayores y menores, y también uno que otro empresario y dos sindicatos.
La estabilidad laboral de Coahuila deviene de la paz interna en las empresas, no es una dádiva del Gobierno, lección que no han aprendido el gerente Riquelme y su séquito.