Atrapados por la red
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Aunque no estemos “conectados en línea”, lo estamos. Es decir, pese a tener apagado los celulares y dejarlos por minutos, incluso horas o días, si hemos contratado servicios de telefonía y redes sociales estamos al servicio o disposición de casi quien quiera dar con nosotros.
Si por la noche se desea descansar de las redes de Facebook, Twitter o Instagram, el aparato registrará cada uno de los intentos desesperados de los llamados “contactos” por establecer comunicación con la persona que decidió una jornada libre de “notificaciones”.
No tendrá al día siguiente una mañana limpia de cualquier intento de mensaje, pues ya vendrán acumulados uno a uno en el momento mismo en que se encienda el celular.
Muy lejanos quedan aquellos tiempos en que las relaciones humanas a través de aparatos como el teléfono se hacían exclusivamente hasta estar frente a él, ya sea en casa u oficinas y demás. Espléndidas tramas de filmes, algunas incluso entrañables, tuvieron como elementos sustanciales del drama la posibilidad efectiva o nula de entrar en contacto con un teléfono para avisar de tal o cual decisión de suma importancia tomada por los protagonistas. “Con M de muerte”, de Hitchcock, es un ejemplo clásico de lo anterior, en el que un marido celoso se pone de acuerdo con un amigo para que entre a su casa y asesine a su esposa al recibir una llamada telefónica. Una llamada telefónica hubiera hecho las cosas diferentes en la trama del filme “An affair to remember”, donde la pareja que debía encontrarse en el Empire State de Nueva York no puede hacerlo por el accidente ocurrido a la mujer, interpretada por Deborah Kerr.
En esta época en que la comunicación se nos ha convertido en una necesidad de orden social con alcances ya no domésticos en exclusiva, sino caracterizada en redes que superan fronteras, viene a ocurrir un hecho propiciado por uno de los más poderosos del planeta, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Su veto a las redes y móviles del fabricante de Asia, Huawei, se ha constituido en primera instancia en una declaración de guerra contra la potencia mundial en que se ha convertido China. Hostilidades arancelarias que vienen a impactar en un gran número de usuarios, no en todo el mundo en igual proporción, por supuesto. Como en el caso de México, donde se habla que existe un 10 por ciento de usuarios del total del espectro.
Sin embargo, este anuncio de Trump viene no sólo a desestabilizar el mundo de las comunicaciones mundiales. Millones de usuarios en el mundo de un día para otro verían sus smartphones sin el soporte de Google.
También es una noticia que nos pone de frente sobre la forma en que cada uno de nosotros nos acostumbramos pronto a la tecnología. ¿Quién se imagina sin internet ahora? ¿Quién sin los celulares y las posibilidades de retratar, de establecer contacto, de registrar cada una de las acciones y pensamientos?
Lo del veto a Huawei por parte de Trump, un asunto mayor del cual no sospechó consecuencias el propio presidente de Estados Unidos. De inmediato hubo respuesta por parte de usuarios en todo el mundo en rechazo a su medida.
No obstante, es cuando uno se da cuenta de lo fácil que se acostumbró el mundo a la tecnología. Y cuanto más se da, más y más se exige. Así, si de pronto eventualmente una de estas cosas cambia de rumbo y afecta a gran número de personas, la forma de establecer contacto volvería en algún sentido a lo primario.
¿Pero cuántos de todos los que participan de los avances pueden o están dispuestos a un cambio en sentido inverso? Hace poco, alguien exploraba entre su grupo de amigos qué cosas hacían en el día que no requirieran una pantalla.
¿Cuántas de ellas podemos enumerar nosotros?
Es cierto lo que ya muchos opinan: gracias a la tecnología la comunicación entre los seres humanos vive ahora un momento espléndido, pero el mundo que se espera es equilibrado y no hay que olvidar todo aquello que se experimenta únicamente a través de los sentidos de manera única, personal e intransferible.