Bien ser; respuestas que damos al mundo
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Personalmente no podemos ser culpables de los principales problemas, pero sí somos responsables
Ernesto Sabato con su estilo penetrante invita a pensar cuando afirma: “tú no tienes la culpa, pero sí la responsabilidad” y es cierto, tal vez individualmente no tengamos la culpa de muchas realidades que cotidianamente se presentan, de esas situaciones que nos ponen a prueba, inclusive al borde de la desesperación, pero indudablemente sí somos responsables de las acciones que, ante esto, son necesarias emprender.
“Lo responsable viene de lo que pide respuesta. La presencia y acción son, entonces, condiciones irreductibles. Se trata de lo que hacemos frente y para algo. En el espacio más cerrado se es responsable de la familia, de los hijos, de las mascotas, de la casa. La jerarquía se extiende, hay responsabilidad en lo que se avala, en opiniones, relatos y negocios”, desgraciadamente hoy podríamos estar inmersos en la época de la irresponsabilidad, de hacernos de la “vista gorda”, de proclamar el “me vale”; efectivamente, pareciera que tenemos afición por profesar una “ignorancia voluntaria” para así evitar dar sentido a las cosas y, por ende, evadir la obligatoriedad de emprender acciones responsables.
LAS RESPUESTAS
En un ámbito más amplio, tal vez, individualmente, no seremos culpables de la inaceptable pobreza que millones de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, padecen en nuestro país, de la creciente impunidad, injusticia, dolor y desolación en la que la mayoría de mexicanos intentan sobrevivir.
Inclusive, personalmente podemos no ser culpables de la corrupción, el narcotráfico, el desempleo, la violencia, la deforestación, de los incendios que devoran los bosques ni de tantos otros males que actualmente padece la sociedad en la que vivimos.
Ciertamente, podemos no ser los culpables de todo eso, pero sin duda –como dice Sabato- somos responsables ante estos fenómenos y realidades. Individualmente, cada uno de nosotros somos responsables de la respuesta que damos al mundo en el cual vivimos; lo somos mediante nuestros actos y acciones a emprender, lo somos ante la familia, el medio ambiente, nuestras pertenencias y evidentemente ante los otros, ante la sociedad.
SIN PENA NI GLORIA
Somos responsables de todo lo que la vida nos ha dado: los talentos y aptitudes, el don de la vida misma, la tierra, los animales, nuestro cuerpo, nuestras relaciones, de la contribución hacia la comunidad, de ese grano de arena que puede aportar algo mejor; pero también de la respuesta que le damos al dolor personal, a la enfermedad y a las situaciones difíciles e incompresibles que invariablemente se presentan en nuestra efímera travesía.
Hay personas que mejor optan a vivir sin pena ni gloria –ni fríos, ni calientes-, así andan con unas gruesas gafas oscuras para no ver, para ignorar; así eligen desatenderse de lo que acontece en el país o en su propia comunidad, así optan por “la vida privada”, o bien acomodaticiamente se “refugian” en la indiferencia de la multitud tratando de lavar sus manos ante la injustica, la indigencia o el dolor de los “otros”, pero la realidad es que, con esta actitud, solamente se hacen cómplices y corresponsables de esa injusticia que inútilmente intentan dejar de mirar.
Lo que estas personas ignoran es que esa aborrecida tibieza algún día quedará al descubierto, entonces serán despojadas de su paz y efímera seguridad.
Además, cuando queriendo, pudiendo y debiendo no asumimos la responsabilidad, entonces caemos en uno de los peores pecados morales que existen, la omisión.
POR LA MISMÍSIMA…
Y somos responsables porque inevitablemente somos libres: “no decidir es haber decidido”. Siempre elegimos, aunque en ocasiones preferiríamos no tener que hacerlo. Sabemos que no somos libres de elegir lo que nos sucede y acontece, pero sí somos libres de responder a esos hechos de la manera en que lo decidamos. Por ejemplo, no somos culpables del dolor, pero sí podemos elegir sufrirlo o bien, trascenderlo.
En palabras de Aristóteles: “siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso”.
Individualmente claro que no vamos a terminar con esas “culpas” ajenas, ni con la mayoría de las realidades negativas que nos acosan, pero lo significativo es saber que tenemos la capacidad de emprender para bien, inclusive a sabiendas que hay resultados que no dependen de la voluntad propia.
Lo esencial es evitar pertenecer a ese grupo de personas que recurren a la queja en lugar de al compromiso de cambiar lo que no les parece, de esas personas que prefieren creer que no hay libertad en lugar de reconocer que libremente han optado por la comodidad, por lo más fácil, por la apatía o indiferencia, por la mismísima irresponsabilidad.
DEBERES
Ante tanta diversidad que caracteriza esta época observamos que hay muchos modos de vivir, pero creo que hay modos que no dejan vivir, y que esos modos son, evidentemente, los que traspasan las fronteras de la responsabilidad personal.
Hay maneras de existir que desdeñan y marginan toda posibilidad de aprender a responder activa y positivamente ante la vida, a desarrollarnos auténticamente, a desechar toda coacción social, material o instintiva, a renunciar a ser marionetas, a tomar las riendas de la vida, ajustándonos con alegría a su sentido, alcance, dificultades, triunfos y fracasos.
Por fortuna, hay gente madura que decide no vivir de cualquier modo, que no todo le da igual, personas que son responsables de todos los aspectos de su vida y situaciones: aptitudes, potencial, sentimientos, pensamientos y acciones.
Personas que saben que la responsabilidad no es consecuencia de la madurez, sino causa de ella, que están conscientes del gran reto: saber ser responsables, enseñar y compartir con los demás la importancia de este escaso valor.
Personas que concuerdan con la sentencia de Camus: “la libertad no está hecha de privilegios, sino que está hecha sobretodo de deberes”.
UNA OPORTUNIDAD
La responsabilidad es fundamental para hacernos personas sensibles y plenas, para construir un mejor país, una sociedad responsable. En este sentido, cada uno de nosotros somos una oportunidad para los otros. Efectivamente, cada uno de nosotros tenemos responsabilidades que cumplir, y si todos en conjunto lo hacemos, entonces edificaríamos una sociedad fundamentada en la convivencia humana.
REVIVIR LA VERGÜENZA
Añade Sabato: “el mundo del que somos responsables es éste, y aquí: el único que nos hiere con el dolor y la desdicha, pero también el único que nos da la plenitud de la existencia, esta sangre, este fuego, este amor, esta espera de la muerte. El único que nos ofrece un jardín en el crepúsculo, el roce de la mano que amamos”.
“Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia. Como centinela, el hombre debe permanecer en vela, porque todo cambio exige creación, novedad respecto a lo que estamos viviendo, y la creación sólo surge en libertad y esto está estrechamente ligado al sentido de la responsabilidad”.
Parafraseando a Publio Siro, cuando optamos por la responsabilidad y el compromiso ante la libertad y la mismísima existencia, seguramente no terminaremos con las manos llenas, pero sí muy limpias y esas son, precisamente, las que Dios no solamente mira, sino sobre todo acoge, abraza y bendice, pues son las manos responsables que aún conservan la vergüenza y que, a pesar del mundo, del dinero fácil y otras tantas tentaciones, obligan a las personas a la decencia y al bien ser.