¡Con los feriados no!
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No gana uno para decepciones.
Apenas hace un par de meses, con motivo del Adelita’s Fest 2019, (AKA Aniv de la Rev), encomiaba en este mismo espacio la decisión político-administrativa de celebrar las efemérides no en el día en que se conmemoran, sino cuando mejor conviene al sistema productivo.
Lo dije de buena fe, sin sarcasmos de por medio, y enlistamos sus beneficios más evidentes:
Mudar los días de asueto al lunes más próximo inmediato evita que nos tomemos a la mala los días laborables entre el fin de semana y el feriado, es decir, previene los verdaderos puentes.
La minivacación sirve para que la gente foránea, estudiantes y trabajadores le echen una vueltecita al terruño. El resto puede así mismo planear un viaje corto a cualquier destino que le permita descansar o divertirse. ¡Carajo! Nuestra cultura laboral es una de las más ingratas y menos remunerativas. Cualquier receso cae como un bálsamo y lo reto a que me desmienta.
Toda esta movilización activa la economía y, por si poco fuera, antes y durante un fin de semana largo la gente está feliz y motivada (hasta los freelancers).
Para pasear, realizar tareas postergadas por falta de tiempo o simplemente descansar, tres días seguidos son mucho más provechosos que uno sólo extraviado entre la semana. Es lo que se hace en el primer mundo y no porque sean el primer mundo, sino porque aplican el sentido común.
Por eso aplaudíamos que desde hace años el calendario cívico, escolar y laboral estuviese marcado por esta modalidad en sus días festivos. E incluso criticábamos que los actos protocolarios (ceremonias, guardias de honor, desfiles) no se celebrasen en el mismo periodo de descanso, para que no interfiriesen con los días de clases o con los traslados de las jornadas hábiles. Pero ello era “pituca menaca” frente a las enormes ventajas y beneficios de conectar el feriado con el “finde”.
Y estaban los tomatitos muy contentitos… Cuando llegó Cabecita de Algodón Primero y –como si no tuviera mil asuntos más sobre los que nos gustaría que se pronunciase, o dos mil otros pendientes que resolver– nos comunica que ya no, que se acabaron esos fines de semana largos del neoliberalismo, que estamos en época de “austeridat”, que nos vamos a conducir con “responsabilidat” y que en síntesis ya va a mandar una iniciativa para que se reforme nuevamente el calendario cívico, porque ya estuvo suave, ya fue mucha “volazón” y ya me le pueden ir bajando a su méndigo “Ji ji jí”.
Los días feriados volverán a coincidir con la fecha correspondiente a conmemorar, aunque caigan en el mero ombligo de la semana y eso no le sirva ni convenga absolutamente a pinches nadie.
¿Por qué? ¡Porque Ch.T.M! (¡Christ the Messiah!).
Es decir, que tal ha sido el más reciente capricho de sus macuspanos kiwis y pos’ora todos “agua” y “ajo”.
Aduce que su preocupación es que la gente, lo niños en particular, ya ni siquiera saben qué se celebra o conmemora, porque sólo se está pensando en los días libres.
Está afirmando en consecuencia que gracias a su propuesta (moderna y reformista) sabremos ahora todos qué prócer o acontecimiento se rememora –¡claro!– porque uno suele pasarse los días feriados estudiando la efeméride respectiva. Es obvio que uno consagra estos descansos estudiando al mártir que nos dio Patria, libertad y un día sin chamba.
Con todo respeto, señor Presidente: ¡No elongue tanto el lábaro patrio! La argumentación carece de sustento y sólo viene a sumarse a su bien nutrida colección de sinsentidos que –pese a su aún sólida popularidad– ya le pasa factura.
Le aseguro además que nuestros inmolados héroes de la Independencia, Reforma y Revolución duermen tan pachones el sueño de los justos en suuuuus sepulcros para ellos de honor, sin importarles si los recordamos el día de su natalicio o defunción; y lo que es más: hasta contentos se han de poner si saben que aprovechamos debidamente los asuetos.
Si lo que quería era imponer otro tema baladí en la agenda, o simplemente hacer lo que le dictara el ganso de su voluntad, ¡hágalo! (total, para usted no hay oposición que valga), pero ahórrenos las explicaciones o presente unas mejor estructuradas (sobran intelectualillos en la izquierda para justificar cualquier propuesta de su proyecto aunque se antoje a puro disparate).
Sin embargo, el supuesto valor didáctico de volver a tener un calendario cívico de los años setenta no subsana los inconvenientes y pérdidas que ello representaría.
Me jacto de ser paciente y tolerante con la 4T y hasta soporto “la carrilla” de sus más fifís detractores, que ¡ha cómo ingan! desde que AMLO amanece (como dos horas antes que Dios).
Puedo aguantar, en tanto buscan la forma de implementar su modelo económico –en serio–, o que la seguridad me los traiga de bajada, o que no hayan metido a la cárcel a ningún exgobernador de Coahuila todavía (aunque lo prometió).
Pero ahí sí, con el sentido común le suplico que no se meta porque es lo único que a muchos nos queda: El criterio más elemental, la lógica más simple y pura, con eso, por favor, no juegue.
Y si lo que quería era desmarcarse (¿más?) de las prácticas de los países y economías más desarrolladas del mundo, hubiera propuesto mejor abolir el horario de verano. Ese sí, para que vea, no le cae en gracia absolutamente a nadie.
petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo