De médico, profeta y loco...

Politicón
/ 9 octubre 2020

Se cumplió ya la profecía de don Adrián Rodríguez, el economista nos hablaba de la “Ciudad Lux”. Gran urbe que resultaría de la feliz unión de Ramos Arizpe con Saltillo. Es difícil creer que haya habido un tiempo en que ir de Saltillo a Ramos era toda una aventura.

A mediados de los años veinte del pasado siglo se inició la construcción de una carretera para unir a nuestra ciudad con la entonces villa de Ramos Arizpe. Eso, desde luego, suscitó los ímpetus de emulación de los vecinos de Arteaga, que también pidieron su carretera. He aquí lo que sucedió con ambos caminos, según la traviesa narración de un versificador de la época:

-Yo pido que de aquí a Arteaga

-dijo un “Palomas” Valdés-,

una calzada se haga

en el término de un mes.

-Hola, amigo. ¿Cómo vamos?

-le contestó un tomatero-.

Yo quiero que de aquí a Ramos

se haga calzada primero.

Y entraron en discusiones

para hacer las dos calzadas;

crearon dos contribuciones

y quedaron... empezadas.

Mientras tanto hay que esperar

que la construcción sea un hecho,

y no arriesgarse a quedar

sepultado en un barbecho.

Y si no, mucho lo siento,

que si a Ramos quieren ir

preparen su testamento

y encomiéndense al salir.

Hagan lo que hace la Goya,

el del fotingo encantado,

que habla con Efe Moya

y deja todo arreglado. 

“La Goya” debe haber sido algún chofer de sitio. “Fotingo” se llamaba a cualquier carcacha o automóvil de mal ver, quizá por descomposición en despectivo de la palabra “Ford”. “F. Moya”, Funerales Moya, era la empresa de pompas fúnebres más conocida en la ciudad.

Véase cómo el estado del camino a Ramos Arizpe era tan deplorable que el versificador recomendaba no ir allá, para no quedar “sepultado en un barbecho”, y llegaba al extremo de sugerir, siquiera fuese en broma, que el viajero hiciera testamento y se las entendiera con el señor Moya para dejar arreglado lo de su funeral.

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