El veranito de Rayados
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Hacía rato que Rayados no tenía una noche redonda, futbolísticamente atinada, contundentemente justificada y emocionalmente efervescente.
Rayados hizo un juego de partitura y la felicidad fue pura. Despedazó a Chivas con tremenda autoridad, se mantuvo en la cima y le entregó a su gente una bocanada de optimismo.
Fue la noche de la reconciliación donde con futbol y goles, el equipo y el propio Mohamed invitaron a la masa de aficionados a creer, ahora sí, con más confianza en esta causa.
Es cierto, la tribuna respondió con aplausos, pero seguramente elevará la exigencia. Ya vio que el cuadro puede y le pedirá más garantías de éxito. Por lo pronto, la poca tolerancia al fracaso seguirá siendo la misma.
De todos modos, el mensaje que se envió desde la cancha fue bueno. Quizás haya sido el partido de Rayados mejor interpretado, correctamente balanceado y más efectivo en semestres. Fue la confirmación de los rasgos evolutivos que había anunciado en Tijuana.
Excepto el descuido en el gol de Chivas, la defensa fue otra vez expeditiva, resolutiva y rocosa. La continuidad parece haber estabilizado a Nicolás Sánchez y le quitó un pendiente a Basanta. Hay más sincronización entre los centrales.
El colombiano Medina no sólo aumenta su capacidad para defender, sino que, como lateral, perfecciona su capacidad de atacar. El aporte de Fuentes en las transiciones es más eficiente.
Hoy en la defensa de Rayados todos comparten el código de la presión. Toman al rival en su propio campo para exigirle superar con más incomodidad las complejidades de la creación.
Así rompió a Chivas, a 60 metros del arco de Hugo González. Así lo controló, adecuando las marcas con la idea de recuperar el balón más adelante para asumir riesgos menores.
La gestión del mediocampo se vio más versátil y productiva. El canterano Jonathan González le sigue avisando a Molina que puede con el paquete. Mohamed hace bien en darle su lugar y abrir la competencia.
Carlos Sánchez está menos errático porque juega menos acelerado y procura ser más cerebral. Celso Ortiz, no brilla, pero nunca desentona en una posición de interior donde Neri Cardozo y hasta Vangioni pueden acomodarse.
Y el ataque volvió a ser explosivo. Siete goles en los dos últimos juegos lo confirman. Pabón fortaleció su protagonismo por la naturaleza de sus condiciones, Funes Mori recuperó el área y Avilés Hurtado se esmera para aumentar su cuenta personal, incluso, no siendo tan participativo.
Cada quien hizo lo suyo sin egoísmos. En todo caso, el equipo fue egoísta para con el rival: le quitó el balón, le secuestró la propuesta y lo dejó desnudo. Un síntoma de que en este veranito de Rayados se alejan los nubarrones.