EL VERDADERO AMOR NO SE DIVIDE
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El Quijote I, 14
Los cabreros que atendieron a don Quijote y Sancho Panza la noche que no alcanzaron a llegar a poblado, muy temprano los despertaron y preguntaron al primero si tenía “el propósito de ir a ver el famoso entierro de Grisóstomo” y les responde que sí.
Grisóstomo era un famoso pastor, estudiante, profundamente enamorado de Marcela, que se decía había llegado al extremo de quitarse él mismo la vida, desesperado al no soportar más verse todo el tiempo desdeñado por la hermosísima Marcela, pastora e “hija de Guillermo el rico”. En su entierro se hace presente ésta, quien recibe indignado reclamo de Ambrosio, amigo de Grisóstomo.
Marcela pide a los ahí presentes poner atención a lo que les va a expresar. Entre otras cosas, que nadie está obligado a amar a otra persona porque según ha “oído decir, EL VERDADERO AMOR NO SE DIVIDE, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien?”
En efecto, contra su voluntad nadie debe ser obligado a amar a otra persona, bien sea por la fuerza que ésta ejerza o un tercero, porque entonces quien así procede pero en realidad ama a alguien distinto, se verá en la necesidad de compartir su amor, lo que resulta inadmisible pues, como Marcela afirma, “según ha oído decir”, el verdadero amor no se divide.