‘Esperanza líquida’

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Existe un mundo en espera de las manos y talentos transformadores de personas generosas y solidarias; indudablemente, hay mucho por hacer, por cambiar, por emprender desde el lugar donde estemos
Whitman sabiamente sentenció: “Todo el que anda 100 metros sin amor se dirige a su propio funeral con el sudario puesto”, sin duda, para muchas personas, pareciera que la sociedad en su conjunto va caminando precisamente hacia la tumba con la mortaja del egoísmo encarnado como una segunda piel, y ésto debido a que pareciera que todos nos hemos habituado a la indiferencia, al egoísmo y nos hemos aliado con esa terca ausencia de solidaridad, pero esta manera de percibir al mundo no sólo es peligrosa, sino también puede erosionar, carcomer y avinagrar el alma de quien así lo piensa, pues esos ojos de miradas amargadas excluyen la posibilidad de mirar las alturas de la generosidad y solidaridad humana.
Más despacio…
Un pasaje de los “Cuentos Para Pensar” referidos por el salesiano Pedro Chinaglia, clarifica puntualmente lo anterior, dice que en una ocasión el dios hinduista Lord Krishna “quería saber cuán sabios eran sus gobernantes, y por eso quiso probarlos de la siguiente manera. Llamó a uno, famoso en su reino por su crueldad y avaricia, y le ordenó buscar por todo el reino a un hombre que fuera verdaderamente bueno. Este Gobernador viajó mucho y a la vuelta le dijo a Krishna: Un hombre verdaderamente bueno no se puede encontrar. Todos son egoístas y malvados. No hay lugar donde se pueda encontrar a un hombre bueno.
Lord Krishna entonces llamó a otro gobernante, conocido por su bondad y generosidad, y a éste le ordenó dar vuelta al reino hasta encontrar a un hombre verdaderamente malvado. También este gobernante obedeció y a la vuelta tuvo que decirle a Lord Krishna: No he encontrado a nadie que fuera verdaderamente malo. Todos, decía, en el fondo de su corazón son buenos, no obstante tantos errores que cometen. Y así pudo comprobar lo que todos decían de los dos gobernantes: malo el primero porque no supo encontrar ningún hombre bueno y bueno el otro porque no supo encontrar ningún hombre malo. El motivo es que cada uno ve al mundo según lo que uno es”.
Y vaya que en el mundo hay infinitas muestras de generosidad y solidaridad, en él abundan resplandecientes testimonios de personas que hacen la gran diferencia, brindando a todos razones de luz y esperanza. Razones de amor.
Sólo a 10 pasos
Tal es el caso de Rayan Heljacu, joven canadiense de 24 años que literalmente hablando, desde que era niño se dispuso a cambiar la vida de millones de seres humanos de la lejana África, con una idea tal vez imposible de implementar para cualquier adulto, pero no para un niño con espíritu emprendedor: dotar de agua potable a las poblaciones africanas carentes de ella, proyecto que hoy se ha extendido globalmente.
Todo empezó en Ontario, Canadá en el año 1998, justamente cuando Rayan, un niño tímido de 6 años perteneciente a una familia de clase media-baja con recursos económicos limitados, estaba en primer grado.
Su maestra Nancy Prest, dio a los pequeños una plática sobre las condiciones de salubridad en las que todos los días vivían las personas en África y cómo la falta de agua potable fuera la primera causa de muerte de los niños africanos y cómo estas personas debían recorrer largas distancias para conseguir tan sólo agua sucia para poder subsistir.
Rayan inocentemente preguntó a su maestra el costo de una llave de agua, ella contestó “70 dólares”. A esa incipiente edad Rayan tomó conciencia de las desigualdades sociales existentes en el mundo “conté los pasos que había que dar desde el aula a la fuente más cercana y eran únicamente diez”.
En su mente infantil este relato le impresionó de sobremanera, a tal grado que le surgió un inquietante cuestionamiento “si él podía disponer de agua todo el día abriendo una llave de su casa ¿por qué entonces millones de personas de África no podían disponer de ella si el costo de un grifo era tan barato y podía salvar miles de vidas?” Esta pregunta no quedó en el olvido, sino que Rayan estaba dispuesto a cambiar esta realidad. Cuando llegó a casa pidió a su madre el dinero para comprar una llave y enviarla por correo.
Toda la semana tercamente insistió. “No lo entiendes mamá”, dijo a su madre con lágrimas en los ojos, “¡los niños están muriendo por no tener agua limpia!”.
Con el firme propósito de cumplir su objetivo “Ryan aspiró, limpió las ventanas, realizó infinidad de actividades y ahorró cada moneda. Su madre, cómplice del juego y no del propósito, le anticipaba las monedas ganadas desde enero de 1998, hasta finales de abril, cuando ella acompañó a su hijo a entregar sus ahorros a Watercan, organización no lucrativa dedicada a dotar agua a comunidades pobres, entonces el pequeño se enteró que los 70 dólares solo servirían para adquirir una bomba de mano, pero no eran suficientes para dotar de agua a una comunidad, pues para perforar un pozo se necesitaban 2 mil dólares”.
Entonces, eso que a un niño le podría significar una inmensa desilusión se convirtió en un descomunal desafío, en un reto por lograr: Ryan se propuso a seguir trabajando para juntar el dinero faltante.
El pozo de vida
Este inocente suceso representó el nacimiento de un niño activista y el inicio del más visionario y fascinante emprendimiento social que un niño jamás haya creado. Fue así como, a los 9 años, el pequeño creó la fundación “El pozo de Ryan” que, para enero de 1999, pudo hacer el primer pozo.
Desde entonces Ryan ha trabajado para mitigar la sed de los más menospreciados, suministrando, en más de 20 países, proyectos de agua, letrinas, saneamiento y educación.
Ryan es ejemplo global de generosidad y solidaridad, su trabajo hoy consiste en visitar países (la semana pasada estuvo en Puebla en el evento de la Ciudad de las Ideas) para impartir inspiradoras conferencias que pretenden hacer conciencia sobre la importancia que tiene la generosidad y solidaridad, con los que menos tienen.
También trabaja arduamente en recaudar recursos para su fundación, ahora “Ryan’s Well”, para continuar dotando de agua a miles de personas, tanto en África como en otras partes del mundo, bajo un concepto básico: “No hay edad para la solidaridad”.
La generosidad impulsa más generosidad, lo que Ryan ha provocado es el contagio de infinidad de personas y organizaciones, que se ha traducido en el “Ripple Effect” (Efecto onda), el combustible original para que el sueño de un niño se convirtiera en una realidad global.
En palabras de Ryan
Comenta Ryan: “Cuando era un niño, la gente me decía que no hiciera lo que hacía, que eso era para personas mayores que sabían lo que hacían. Cuando era adolescente, me decían que esperara a ser adulto. Cuando eres un joven adulto, te dices a ti mismo que te centres en los estudios, en tener una base hasta dedicarte a otra cosa. Y cuando eres más mayor, tienes que preocuparte de la familia. Siempre vas a tener excusas, pero lo importante es dar un paso atrás y mirar realmente qué es lo que importa”.
Un gran rompecabezas
“Siempre pensé - dice Ryan - que el mundo era como un gran rompecabezas, y todos tenemos que averiguar dónde encajan nuestras piezas”, palabras ciertas.
Existe un mundo en espera de las manos y talentos transformadores de personas generosas y solidarias; indudablemente, hay mucho por hacer, por cambiar, por emprender; quizás para saber hacia dónde dirigir nuestros personales esfuerzos sólo requerimos volver a soñar como niños, fortalecer nuestra bondad, generosidad y aprender a pensar como el segundo enviado de Lord Krishna, el buen gobernante que podía ver la bondad en las demás personas.
“La esperanza líquida” de Ryan demuestra que esta posibilidad es factible y que si se puede caminar con amor cuando sabemos que nuestros pasos están inspirados por la solidaridad”.
cgutierrez@itesm.mx
Tec. de Monterrey Campus Saltillo
Programa Emprendedor