Lo que el dinero no puede comprar

Politicón
/ 24 junio 2020
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Reza una voz popular que todo en la vida tiene un precio y que para pagar ese precio existe el dinero. Eso que se inventó para ser utilizado como un medio para obtener productos y servicios, terminó inmiscuyéndose en todo y ahora su importancia en nuestra vida ha ido demasiado lejos. Y es que hoy en día el dinero nos provee tranquilidad y comodidad, que las llegamos a confundir con felicidad y difícilmente haremos algo por dejar esa sensación. Lo seguiremos haciendo al precio que sea, en especial si se puede pagar con dinero.

Hasta ahora muy pocos ponen en duda que el mercado ha demostrado ser el mecanismo más exitoso que tenemos para el intercambio de servicios y productos. Se trata de un sistema en donde se da un mutuo dar y recibir en donde cada uno sirve a todos y cada uno se sirve de todos. El problema deriva ahora en que hemos pasado de tener una economía de mercado a ser una sociedad de mercado, en donde casi cualquier bien puede ser vendido y por lo tanto comprado. Esto ha envilecido tanto nuestras existencias que las preguntas que hoy debemos hacernos son: ¿hasta dónde queremos que la acción del mercado afecte nuestras vidas?, ¿qué es lo que no debe comprar el dinero?

He leído la versión electrónica del libro de uno de los académicos más respetados de la Universidad de Harvard, el profesor Michael J. Sandel. Su obra, “Lo que el Dinero no Puede Comprar: Los Límites Morales de los Mercados”, lleva a uno de los mayores dilemas éticos de nuestro tiempo: ¿cuál debe ser el papel del dinero en nuestra sociedad? El problema que plantea Sandel es que el alcance que los mercados tienen hoy mismo en todos los ámbitos de la vida, penetrando casi áreas como la vida en familia, la amistad, el sexo, la procreación, la salud, la educación, la naturaleza, el arte y los deportes.

Sandel expone numerosos casos en donde analiza aspectos de esta mercantilización de la vida. Ahora se paga por no hacer fila en aeropuertos, parques de diversiones y un largo etcétera. Las empresas pagan por el derecho a contaminar sin ser sancionadas y ahora en lugar de donar sangre y órganos humanos se pueden vender. Se subastan lugares de admisión a la Universidad y cuestiones tan personales como el poner el nombre al niño de una pareja que subastó ese derecho en eBay o la adolescente que vendió al mejor postor su virginidad. Además ahora es posible pagar para ir a la caza de terroristas en países como Irak y Afganistán.

Y el dinero continúa inmiscuyéndose en todo. Todos los días nos enteramos de ofertas en redes sociales de jovencitas que ofrecen su virginidad al que pague más por ella, y ofertas extrañas y hasta bizarras de artículos o servicios. Sandel argumenta que la mercantilización de todo es contraproducente y que, en lugar de reducir, fomenta la inequidad y por lo tanto eterniza la pobreza. Asegura que al mantener al dinero y los mercados en su lugar podemos evitar sus efectos corrosivos en nuestra vida.

Pero por fortuna existen cosas que el dinero aún no puede y no debería comprar jamás. Con el dinero podemos hacernos de un esposo o esposa, pero no comprar su amor. Con dinero y sólo de forma temporal cambiamos tiempo para nuestros hijos, pero no tendremos su admiración, aprecio y mucho menos seremos su ejemplo. Con el dinero compramos colaboradores o empleados, pero no su respeto, amistad ni mucho menos su lealtad. A lo mucho podrás comprar su miedo. Con dinero podremos imponer, pero jamás convencer. Con el dinero compramos una posición o una carrera en cualquier ámbito de la vida, pero resultará imposible comprar el reconocimiento de la gente. Con dinero comprarás premios y preseas, pero en el interior sabemos que son inmerecidas. Con dinero (que no es de ellos) los políticos, muchos de ellos locales, se honran a sí mismos con loas y alabanzas a su gran inteligencia y talento: pero la historia nos dice que al final, y más temprano que tarde, la vida te cobrará todo y entonces no lo podrás pagar ni con dinero.

El escritor argelino Albert Camus aseguraba que pensar que la gente puede ser feliz sin dinero es una especie de esnobismo espiritual. Tenía razón, pero quizá a esta frase habría que agregar que para algunas personas el verdadero motivo de su miseria e infelicidad es el propio dinero

@marcosduranf

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