Mentalidad transformada
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Se habla en estos meses de transformación.
Dicen que no se trata de la separación del imperio español, ni de la separación de la dictadura porfirista, ni de la separación de la Iglesia y del Estado. Es ahora la separación del poder económico y del poder político. Y, en acepción ordinal, se menciona que es la cuarta.
Y claro. En el lapso preambular, se reparten encomiendas y se preparan estructuras para que todo arranque a su tiempo. Hasta ahora el panorama nacional es como el de un gran estadio en que predominan los espectadores en un lleno completo. Hay fotógrafos para captar instantes sintomáticos y emblemáticos. No faltan los ojos penetrantes periodísticos. Su hipermetropía hace funcionar un crítico zoom que llega a rincones lejanos.
Los graderíos están repletos de ciudadanos que votaron o botaron o no votaron. Como en los partidos de juegos olímpicos o copas mundiales, los espectadores se entretienen viendo los prolegómenos, los preparativos, los movimientos previos, aunque todavía no haya balón en juego.
Se habla de “prianes” y de “primores”, de proyectos y presupuestos, de nombramientos, entrevistas, interrogatorios, dictámenes técnicos y plebiscitos. Se trenzan esperanzas con escepticismos. Se empieza a escuchar que los aficionados presentes podrán dar silbatazos y no estarán ausentes de la cancha a la hora de los penales o para dar un pase que evite la salida del balón o prepare un remate de cabeza. Bastará un sí o un no.
En las transformaciones, las formas se deforman al transformarse. Los habituales procedimientos como la práctica de “la luz por delante”, la dentellada con billetiza, la rebanada o hasta la “mitad más grande” en trámites acelerados, los autopremios sin logro, el doble registro financiero o el precio inflado para facturación gananciosa y las evasiones con trucos contables serán motivo para tarjetas amarillas y rojas en el
juego transformado.
En tiempos de transición los caricaturistas diseñan trazos inspirados poniendo el dedo en la llaga o la cereza en el pastel. No es tema frecuente la tarea o la falla del ciudadano. No se le indica no caer en lo mismo que condena en funcionarios y mandatarios.
Despegar el poder político del económico, para dirigirlo, no al lucro sino al servicio, requiere no sólo cambio de estructuras y descentralizaciones de función, sino también un cambio de mentalidad en la gente de las graderías que aplauden o abuchean. Que no quede el delito sin sanción y termine inseguridad y corrupción es tarea de los elegidos, de los designados y también de quienes dieron el mandato para lograrlo...