Padrés: ¿será un ejemplo ‘parteaguas’?
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Uno de los más graves problemas que de forma endémica padece nuestro país, se ha dicho en todos los tonos posibles, es la corrupción gubernamental. Las historias sobre inmensas fortunas amasadas al amparo del poder político son tantas, que lo difícil es encontrar una excepción entre quienes han tenido la oportunidad de ocupar un lugar en la nómina pública.
Pero, también se ha dicho hasta la saciedad, el verdadero problema no es realmente la corrupción, sino la impunidad con la cual es practicada, así como el hecho de que no existe fuerza política que se pueda decir libre de contar en sus filas a individuos corruptos o a la cual pueda reconocérsele como un dique en contra de la corrupción.
Así pues, aún cuando cotidianamente se documentan en México casos de corrupción, e incluso cuando desde el extranjero nos llega información respecto de investigaciones que apuntarían en la dirección de individuos concretos, lo usual es que nada ocurra.
Por ello, los sucesos de las últimas semanas, en las cuales varios exgobernadores mexicanos han sido acusados de corrupción y llevados a juicio constituye una auténtica novedad en una historia plagada no solamente de impunidad sino de cinismo.
El más reciente caso, el del exgobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías, constituye un importante reto para las autoridades federales mexicanas, pues luego de mantenerse en calidad de “prófugo”, el político sonorense reapareció ayer para conceder una entrevista al periodista Ciro Gómez Leyva y luego “entregarse” a las autoridades.
Con una estrategia jurídica cuidadosamente armada, Padrés Elías usó primero los micrófonos de Radio Fórmula para decirse inocente y luego puso en marcha medidas para evitar ser internado en un reclusorio de alta seguridad, aunque no logró esa misma protección para su hijo.
El registro de las autoridades federales en materia de persecución de este tipo de delitos es malo: por regla general, sólo gracias a las ventajas que al Ministerio Público le concede la existencia de un sistema inquisitorial, que posibilita la obtención de órdenes de aprehensión sin que el imputado tenga conocimiento de ello, la PGR logra “victorias mediáticas” que más tarde o más temprano se convierten en estrepitosas derrotas legales.
Expedientes mal armados, ausencia de pruebas y falta de rigor en el seguimiento del debido proceso suelen ser las razones por las cuales, al final, los casos “se le caen” a la PGR.
Por ello, de todos los casos presuntamente paradigmáticos que dicha dependencia ha armado para perseguir casos de corrupción, ninguno ha terminado por convertirse en un parteaguas que marque un antes y un después en la historia del combate a la corrupción.
Habrá que esperar a ver si el caso Padrés finalmente logra colocarse en dicho sitial y, a partir de éste, los ciudadanos podremos confiar en que realmente ha comenzado a hacerse algo serio para abatir la impunidad en este rubro.