Queda el tiempo y cambia la hora
COMPARTIR
TEMAS
Un sol estridente suavizado por la sordina del nubarrón.
Queda una claridad de luz sin calor en una sombra que no se deja asolear. El velo nuboso se interpone y la ciudad, ya amanecida, estrena un mediodía diferente. No es para guayabera pero parece tampoco para soportar un leve suéter. Días abríleños de imprecisa identidad, con una primavera impaciente que no logra todavía desplegar su tibieza acogedora. Las plantas están despistadas y las aves escamotean sus llamadas de amor.
El clima de la información resulta también disperso y sorpresivo. Con amenazas de cierre fronterizo y subida de aranceles, con plazo de un año para poner alto a las personas migrantes del éxodo centroamericano. Se anuncia la militarización del mando de la guardia que dicen es para defensa civil y estará formada por militares y marinos adiestrados por la ONU.
El papa Francisco ha dado una exhortación dirigida a los jóvenes del mundo, después de la reunión que se tuvo en Panamá. Son unas páginas vibrantes, sabias y oportunas no sólo para la juventud sino también para quienes la hayan acumulado al pasar de los años.
Ha llamado la atención lo que no ha de verse como una disyuntiva sino como una integración complementaria. Se quiere gente honesta y se reclama que también sea apta. Aptitud sin honradez sería un fraude a la comunidad. Y mucha honestidad sin aptitud lo sería también, no por desviaciones, peculado a o sustracciones sino por obras sin calidad y resultados mediocres. Lo ideal es conjugar la capacidad profesional con la rectitud moral.
La tendencia a etiquetar, a clasificar y a crear antagonismos se da en esa visión -ahora privilegiada- del progresismo y del conservadurismo. El cambio se ve como liberal (pero sin el prefijo satanizador de “neo”) y la resistencia al cambio se ve como conservadora. Y claro, ni todo lo que se conserva es pésimo ni todo lo que cambia es lo máximo. El único cambio válido es el de malo a bueno y de bueno a mejor. Y la única conservación aceptable es la que se refiere a valores, cualidades y virtudes porque conservar lo pernicioso y lo falso sería detestable.
Se reduce ese binomio a lo estático y lo dinámico, lo involutivo y lo evolutivo. Lo que se desarrolla y lo que se estaciona.
Aquello que se abre a la esperanza y lo que solo ve el pasado y un presente inmóvil. Esa tensión bipolar requiere encontrar el medio justo alejándose de los extremos viciosos. Ni todo a de cambiar ni todo ha de conservarse. En el mundo de la fe también hay una virtuosa conservación de lo esencial. La han manifestado los mártires que dan su vida por defender lo inmutable. Se da también no solo el mártir sino también el apóstol que, apoyado en lo esencial que no cambia, busca constantemente los cambios de adaptación
a cada época y a cada situación.
Esa ambivalencia se va equilibrando en cada ciudadano que madura. La crítica inteligente puede dirigirse hacia una inmovilidad denunciable o hacia un precipitado y constante estreno de novedades sin permanencia ni duración... Esa actitud y servicio, de imparcial y sana crítica, hará que los cambios climáticos, como los de este abril o este sexenio, no caigan otra vez en un liberalismo -con prefijo neo- que quiera conservar vicios, fraudes y simulaciones ni en un afán de novedades sin rumbo, sin consistencia ni permanencia... El tiempo queda...lo que cambia es la hora... Las coyunturas cambian, lo que permanece es la vida...