Café Montaigne 178
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¿Somos hijos todos de Pollyanna? Usted lo sabe, la novela “Pollyanna” es un texto de Eleanor H. Porter (1868-1920). Escritora norteamericana. Amén de haber escrito varias novelas, también fue en su momento una compositora de renombre. Dedicó luego parte de su tiempo a la enseñanza de la literatura y de la música. Su novela más famosa e incluso, fue llevada al cine en dos ocasiones, creo, es “Pollyanna”, texto que data de 1913. El argumento, la novela versa sobre una niña, la protagonista llamada “Pollyanna”, la cual al quedar huérfana de padre y madre, veía siempre el lado positivo de las cosas. Como si se tratase todo de un juego. De hecho, eso es lo que es: un juego que le enseñó su padre antes de morir. Un día la niña recibió no muñecas ni juguetes de regalo, sino un par de muletas.
¿Qué hacer con ellas? El padre le dijo: ve el lado positivo de todo, ve el lado optimista de ello, como no las necesitas, alégrate. En palabras textuales de la niña de once años, el juego “consiste en hallar algo de qué alegrarse en todas las cosas”. ¿Se le rompió una pata, se le fracturó una pierna? Vea lo positivo de ello, alégrese. Tiene dos patas, dos piernas y nada más se fracturó una. ¿Chocó su auto último modelo? ¿No mató a nadie por su estupidez manejando? Alégrese. Pudo haber matado a alguien. Y claro, siga alegrándose con harta felicidad: tiene seguro su auto, todo cubierto. Recuerdo haber leído hace un buen de tiempo esta novela la cual en su momento, fue lectura obligada en la secundaria. Con el tráfago de los años y los cambios de residencia, vaya usted a saber dónde quedó la mentada novela que la verdad, ni me disgustó ni me gustó en su tiempo. Simplemente la leí.
Ya luego (es decir, ahora de viejo), supe que los doctores Matlin y Stang en la década de los setenta del siglo pasado, empezaron a ver psicológicamente lo anterior. Es decir, ante la vista positiva de todo lo que a uno le pasa y lo rodea (como a Pollyanna en la novela), y suprimiendo por completo el aspecto o lado negativo de una situación o hecho, los doctores empezaron a acuñar ese término, “Síndrome de Pollyanna” a lo anterior. También se le llama pollyannismo. Quienes lo sufren y padecen, subliman siempre el lado optimista o “positivo” de la situación (optimismo enfermizo), evadiendo los hechos reales, malos y negativos insoslayables.
En la novela de marras, la niña es recibida por su tía Polly, una mujer de cuarenta años estricta y amargada. La cual recibe a la huérfana, no obstante que su hermana había cometido “una insensatez al casarse y traer al mundo una criatura”. Llega la sobrina de once años y empieza con su juego: verle el lado positivo y optimista a todo. ¿A su tía la estricta Polly no le gustan los helados? Hay que verle el lado optimista y positivo, así se evita “dolores de estómago”, espeta la niña. Al señor Pendleton de la novela se le rompió una pierna. Cuando éste se queja frente a la niña, ella dice que debería de alegrarse y agrega: “Piense que podía haberse roto las dos”.
ESQUINA-BAJAN
“Sólo al renegar soy fiel”, el octosílabo atormentado del poeta Paul Celan –quien terminó por suicidarse en las frías aguas del Puente Mirabeau en 1970, a pesar de haber sobrevivido a los campos de tortura de los nazis– es negativo y políticamente incorrecto en tiempos de “filosofías positivas, optimistas” y bienestar garantizado con sólo imaginarlo y pensarlo (“visualizarlo”, dicen en su jerga los gurús y profetas de esta “psicología y ciencia”); pero es realista, nos refleja y retrata como seres humanos, no maniquíes o zombis. Hombres con linfa hirviendo en las venas.
En tiempos de pandemia letal y brutal, no pocos humanos al practicar el llamado “pensamiento positivo” terminan peor de devastados. En tiempos de sonrisas falsas –no todas–, el renegar y el pesimismo es mal visto y peor aceptado. ¿Pierde usted su trabajo? No es una tragedia, sino una “oportunidad maravillosa de superarse”. ¿Le avisaron que hoy, justo hoy usted tiene cáncer? El pensamiento positivo marca que usted no es un “enfermo”, sino un “guerrero” y los mejores días de su vida (sí, los mejores) están por llegar. ¿No le gusta su casa en la colonia, la miserable “Teresitas”, donde las paredes casi son de papel y usted puede escuchar los gemidos de placer de sus vecinos o las madrizas a la comadre de la casa contigua? No se preocupe, sólo basta recortar una gran mansión de cualquier revista, la gran residencia que usted quiere habitar, la visualiza y… la casa vendrá a usted.
No, señor lector, no lo estoy inventado, así se lee en los libros más vendidos de este tipo de basura positiva y de superación personal. Y claro, todo, todo será mientras usted sonríe… Sí, es eso llamado “Síndrome de Pollyanna”. Ese exacerbado y patológico optimismo que al final de cuentas dicen los psicólogos, los serios y capaces, es evasión. Evasión como emborracharse diario en la taberna, como enfilarse en todo tipo de drogas. Evasión sin visos de responsabilidad.
La novela de “Pollyanna”, insisto, la leí hace mucho tiempo, pero su “síndrome” y negrura psicológica está aquí en esta pandemia. Hace poco leí a una “terapeuta” local que es “coach internacional, consejera profesional, experta en temas de comunicación asertiva y desarrollo humano”. Puf. En su texto habla de que hay que hacer de nuestra casa un templo, una oficina, un restaurante, una tienda, una escuela, una discoteca… Cuando hace semanas decía y recomendaba de no llevarse nunca trabajo a la casa, no llevarse el celular a la cama, dejar disfrutar a los niños al aire libre y no dejar que estuviesen encerrados con su tableta y juegos solitarios en internet…
LETRAS MINÚSCULAS
Caray, por eso esa mamada de superación personal es sólo eso, filosofía para sirvientas. Para gente manipulable y vaya que la hay.