Café Montaigne 182
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“Ver hacia el futuro con ánimos frescos y renovados”, pues sí. Para atisbar el futuro es necesario primero leer el pasado
Los dos anteriores textos, la tertulia del Café 180 y 181, han merecido comentarios buenos y sobrados por parte suya. Agradezco de corazón, palabra y pensamiento su lectura y apostillas señor lector. Volver a los orígenes siempre es tarea necesaria. Obligada y necesaria, al menos para mí. Un atento lector me cuestionó lo anterior. Me dijo del por qué retomar a los clásicos hoy, precisamente hoy, cuando el mundo camina y vuela según él, a pasos de gigante y no hay tiempo precisamente para dilatarnos en estudiar lo anterior. No sería mejor “adelantarnos” y mirar hacia el futuro, “inventar” nuevas fuentes, categorías e incluso, nuevo conocimiento para una sociedad “ávida y fresca y renovada.”
El atento lector de la ciudad de Guadalajara así me lo dijo: una sociedad ávida, fresca y renovada. Sin duda, respeto su opinión. Caramba, la respeto al 100% y a reserva de mejorar dicho porcentaje. Pero no la comparto en lo más mínimo. Sin duda, he de ser un viejo. No un “adulto mayor”, terminología revisionista de la moderna clase política la cual le tiene miedo a cualquier masacre de redes sociales. Soy viejo y tal vez por ello, reniego de mi sombra cuanto esta pasa cantando. ¿Ir hacia el futuro? Pues otro día. No hoy. Hoy los jóvenes atados al potro de la adicción encarnada en Internet (los hermanos “Testigos de Jehová”, por ejemplo en sus cuadernillos los cuales distribuyen gratis, como siempre, afirman sin tapujos lo siguiente: Internet es el demonio encarnado. Así de sencillo), creen en ángeles, en limpias de chamanes, casas encantadas y embrujadas, horóscopos, el futuro por el zodiaco, nigromancia… Pero ojo, no creen en la ciencia, en vacunas, en la evolución, en la teoría de Charles Darwin, en los libros de Sócrates, Platón, Epicteto, Voltaire, José Ortega y Gasset, Mirabeu…
Dos rápidos ejemplos al respecto para no hacer mucha digresión, por lo demás, harto interesante. Cuando gobernaba el larguirucho Presidente negro en Estados Unidos, Barack Obama, en uno de tantos discursos memorables los cuales dictó al mundo entero, en uno de ellos dijo lo siguiente (“De la pobreza a la oportunidad: un pacto para una nueva Norteamérica”): “el 90% de nosotros cree en Dios, un 70% profesa alguna religión organizada y el 38% se autoproclama cristiano comprometido y hay muchas más personas en Estados Unidos que creen en los ángeles y no en la evolución” (“La fe de Barack Obama”, página 80).
De acuerdo con una encuesta del centro “Pew Research” de Washington, DC, más del 60% de los estadounidenses cree “que seres humanos y los demás animales han existido siempre en su forma presente… Sólo uno de cada cuatro cree que la vida ha evolucionado de la selección natural.” En lenguaje cristiano es lo siguiente: en Estados Unidos el nivel de rechazo a la evolución es más o menos equiparable a la misma encuesta hecha en Turquía.
Esquina-bajan
Por esto, por lo anterior señor lector, es necesario volver a leer y ver una y otra vez a los clásicos, aquellos llamados autores clásicos sobre los cuales está edificado nuestro patrimonio intelectual. No ángeles ni demonios (los cuales los hay, sin duda), no duendes ni casa embrujadas, sino la razón. Ese fuego eterno del intelecto llamado razón. No pocas veces también, le llamamos locura. Desgraciadamente hoy las lecturas, ideas y conocimiento de los clásicos se barren y se juntan bajo la alfombra. Pero de ninguna manera eso significa su añejamiento y caducidad o de plano, su olvido. No.
De entre una pléyade de mejores lectores a su servidor, rescato vocablos y esgrima de dos de ellos los cuales han activado palabras y han comentado de estos textos. Son el abogado Gerardo Blanco Guerra académico en la Facultad de Jurisprudencia y Sergio Guadarrama, politólogo y melómano. Desde la ciudad de México, varios lectores y escritores han estado atentos a esta saga de textos. ¿Una antigualla leer los clásicos hoy en día? Debería de ser obligado, caray. Para el mundo real de hoy, sus consejos son oro. Usted conoce la siguiente anécdota atribuida a Sócrates. Cuando éste caminaba por un mercado, un alfarero le cuestionó: ¿casarse o no casarse? A lo cual el sabio maestro, lapidario le espetó: “Hagas lo que hagas, te arrepentirás.”
Uno de los más caros y sabios personajes, filósofo de la antigüedad, es sin duda Diógenes de Sínope (413-327 a de C.). De él hay tantas anécdotas e historias, tan reales como ficticias. Debemos de creer en las dos, sin duda. Personaje memorable, único. Es aquel, usted lo sabe, el cual vivía en una tinaja o tonel en tiempos de otro filósofo y mílite, Alejandro el más grande, Alejandro el Magno. Diógenes vivía como perro. Los imitaba y tomaba de ellos no poca sabiduría de vida cotidiana. Una de tantas, decenas de historias es la siguiente: Diógenes fue a un baño para adecentarse y acicalarse un poco. Al llegar y observar el baño, le dijo al propietario: “Los que se bañan aquí ¿dónde se lavan luego?
Una más de Diógenes antes de despedirnos por hoy: un día, varios curiosos lo estuvieron observando por mucho tiempo, mientras el filósofo insistía en pedir dinero, una limosa a… una estatua. Por fin, alguien le preguntó: “¿Por qué haces eso?” A lo cual el culto maestro respondió: “Para acostumbrarme a los que se quedan como estatuas cuando les pido limosna…” Caramba, esto es vida y filosofía. Los temas, historias y vidas de estos filósofos son inagotables. Por cierto, mucha gente me ha preguntado asimismo de esa futurología depositada en los horóscopos, en los signos del zodiaco. Pues sí, miles de gentes aún creen en ellos. La astrología es común a casi todas las religiones y culturas en el mundo. Pero caray, su apogeo fue hace siglos.
Letras minúsculas
“Ver hacia el futuro con ánimos frescos y renovados”, pues sí. Para atisbar el futuro es necesario primero leer el pasado.