Café Montaigne 87
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Uno de los puntos de la obra de Leonardo la cual ha llamado poderosamente la atención de los observadores, estudiosos y críticos, ha sido la figura del andrógino
Gracias por tomarse este café sabatino con su servidor. Gracias por asistir a este “Café Montaigne” cada sábado, como hoy. Le recuerdo los dos libros los cuales estamos glosando aquí, en virtud de acercarnos o para comprender un poco, aunque sea un poco, a ese genio llamado Leonardo da Vinci (Vinci 1452- Cloux 1519), el par de libros son: “Leonardo da Vinci. Cara a cara” de la autoría de Christian Gálvez para editorial Aguilar, y “Leonardo da Vinci” de Luis Racionero, para una editorial ibérica, Folio. Este último texto deletreado, una auténtica aplanadora de pensamiento el cual aborda al mito de Leonardo desde cualquier tipo de ángulo o arista. Usted lo sabe, Leonardo fue pintor, escultor, anatomista, mílite, ingeniero, inventor, hombre de ciencias, botánico, gastrónomo… muchos dicen de él, era vegetariano.
Como todo lo relacionado con un gran hombre, con un hombre de este tamaño y estatura, nunca lo sabernos del todo. Al parecer sí y no. Es decir, no hay contradicción de por medio. Pudo haber sido vegetariano una buen parte de su vida y también y en otro tramo, pudo haber sido fanático de consumir carne. Y lo anterior se desprende de leer acuciosos estudios por demás documentados como los dos libros de los cuales aquí estamos dando cuenta. r.
En el libro de Luis Racionero, éste, al citar a la vez a un viajero florentino de tiempos de da Vinci, cuando este servía con Lorenzo “El magnífico”, le escribió lo siguiente de su viaje de trabajo a la India: “Los brahmanes son vegetarianos. Como nuestro Leonardo, que no come carne y no deja matar animal alguno.” Siglo XV, guerras, caída de imperios y reinos, pleno renacimiento donde hombres como Leonardo componen con imaginación y razón.
Nada del conocimiento les es ajeno y la libertad se mezcla con la sensibilidad y la experiencia. Las facultades humanas en honor y obsequio del arte, la ciencia y la libertad. En este ambiente creció un genio el cual tuvo como pares, a otros genios. Son tiempos en los cuales son coterráneos nada más y nada menos junto a Leonardo da Vinci, Perugino el cual luego sería maestro de Rafael; Lorenzo de Médicis, Verrocchino, Paolo Uccello, Sandro Botticelli, Lorenzo di Credi.
Uno de los puntos de la obra de Leonardo la cual ha llamado poderosamente la atención de los observadores, estudiosos y críticos, ha sido la figura del andrógino, el hermafrodita en su obra en el invierno de su vida, obras las cuales todos conocemos y de las cuales hemos abrevado alguna vez de tan conocidas: son los cuadros, acaso los tres mejores de su pincel: “Gioconda”, “Santa Ana” y “San Juan.” Claro, sin faltar “La última cena” de la cual dicen los expertos, de la pintura original ya nada queda. Es decir, ya no hay Leonardo allí.
ESQUINA BAJAN
Regresemos al tiempo, es el siglo XV. No hay video, no hay internet, no hay fotografías, no hay memes, no hay facebook, no hay twitter, no hay registros plenamente confiables. Todo, todo está por inventarse (incluyendo cubiertos para la mesa o la servilleta hoy tan socorrida en restaurantes o en nuestra casa; pues sí, son inventos del gran Leonardo da Vinci), es en este tiempo (1498) en el cual Leonardo pinta “La última cena” en el refectorio de Santa María de la Gracia, en Milán.
Si nos atenemos a la iconografía cristiana (grabados, pinturas, óleos) casi todo mundo (los artistas) tiene como imagen a imitar, como paradigma, para decirlo en terminología culta, la imagen de la pintura de Leonardo da Vinci y su potencia de la cual, poco queda.
¿Ya lo notó? al admirar el cuadro una y otra vez están los doce discípulos y el gran maestro Jesucristo en una gran mesa de madera. Hay un gran mantel almidonado y planchado y se ven por allí platos de peltre o metal, cuchillos, jarras para agua y vino, tazón para lavarse las manos entre cada servicio; hay pan y fruta de temporada, pescados, anguilas en jugo de naranja y hasta un salero. ¿Ya lo captó? Sí, una buena mesa italiana del siglo XV. Pero… sin nada, absolutamente nada de la “cena original” del maestro de Cafarnaúm Jesucristo y el decorado (utensilios, herramientas, maneras de comer y beber, etcétera) de aquellas épocas judías y romanas. Atolladero gastronómico, pero cuadro para la eternidad.
Cada Evangelio es diferente (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y sólo se dan detalles de esta simbólica última cena de Jesucristo (episodio de vida, antes de su muerte), pero, ninguno describe totalmente la cena de esa noche. En los llamados tres evangelios sinópticos, sólo se dice Jesús mandó preparar la cena de Pascua y allí les espeta: el pan es su cuerpo y el vino su sangre y esta es la nueva alianza con Dios. Pan ácimo y vino, tal vez aromático, con hierbas. En teoría, eso fue todo.
Pero, llegó en el siglo XV un genio como Leonardo y lo mutó todo con su imaginación renacentista: puso platones de metal sobre mantel almidonado y acicalado, afeites como anguilas marinadas en naranja, panes y frutos variados, pescados hartos, granadas y buen vino. ¡Una cena de sibaritas digna de Lorenzo “el magnífico” o Ludovico Sforza ! Pero esta es la verdadera creación y potencia universal de un genio como lo fue Leonardo. De él, el poeta Paul Valéry dijo: “Erase una vez un hombre que podía mirar el mismo fenómeno o el mismo objeto, ya como pintor, ya como naturalista, como físico o como poeta; y ninguna de estas visiones era superficial.”
Letras minúsculas
Próximo sábado, final. Hagamos un poco de escándalo para el Facebook: ¿era el gran maestro Leonardo da Vinci, homosexual, como lo vio Sigmund Freud?