Con ‘Zapatas’ de tacón...
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Netflix estrena (con motivo de las fiestas de la temporada, me supongo) una irreverente producción llamada “La Primera Tentación de Cristo”, la cual explota la escandalosa idea de que el siempre icónico Redentor de la humanidad haya tenido algún escarceo homosexual.
La productora es la misma que ya ha hecho otras parodias en torno a la figura del Mesías, Porta dos Fundos, un canal de comedia brasileña que se posicionó en YouTube y hoy colabora bajo el sello de la plataforma líder de streaming.
“Porta dos Fundos” (literalmente, “Puerta Trasera” en español) no son ni los primeros en hacer sátira de la biografía del Nazareno ni, desde luego, los que mejor lo han hecho.
De hecho se me antoja bastante barata cuando se valen ya desde el título de un auténtico clásico del revisionismo cristiano, “The Last Temptation of Christ”, de Nikos Kazantzakis, y el filme derivado de Martin Scorsese. Desde allí ya interpongo serias dudas sobre la calidad del producto de los comediantes brasileños, quienes tampoco son ningunos Monty Python.
Y es que si la comedia no está apuntalada por un fuerte discurso filosófico, político, existencial o por lo menos por una aguda crítica social y religiosa, esta irreverencia con tintes de herejía no es sino un recurso chapucero para jalar un poco de atención instantánea y pasajera.
El comentario parece oportuno porque esta semana el tema de controversia nacional fue la polémica representación pictórica del mártir revolucionario, Emiliano “el Potrillo” Zapata, en la que aparece hipersexualizado y afeminado.
El caudillo, en cueros, monta sensualmente sobre un caballo con notables atributos fálicos. Por todo atuendo, el Zapata porta un sombrero rosa, zapatillas de tacón rematadas en cañones de pistola y un patrio listón tricolor alrededor de su broncínea piel desnuda.
La pintura no es nueva (como tampoco la idea de erotizar un mito de la cultura popular), sin embargo provocó el esperado debate.
Los entusiastas de la homoerotización aplauden el escozor que genera, mientras que los puristas reaccionarios se indignan y plañen porque ha sido mancillado uno de los pilares de nuestro ideario nacionalista.
Yo, siempre sensato y salomónico (¡claro!), digo que tenemos que relajarnos un buen antes de poder pasar a lo siguiente.
Por una parte, creo que necesitamos ser más exigentes con el discurso del arte, de lo contrario terminamos celebrando cualquier plátano pegado a la pared con cinta adhesiva.
Y a los detractores del Zapata reinvetado, “¡par favar!”, entiendan que la libertad de expresión es irrestricta y que una imagen, sin importar cuánto contradiga sus creencias, es sólo eso, una imagen, no les va a morder, no se va a robar su alma, no va a volver a sus hijos “homosexualos”, o al menos no más de lo que ya vengan de fábrica.
Entiendan además que pegar en el cielo un grito, cual Tito Capotito, es precisamente lo que se busca con este tipo de arte, cimentado en una ruptura muy facilona con la iconografía tradicional.
Reparemos además en que para provocar estas reacciones no necesitamos conocimiento académico en artes plásticas, maestría o talento. Un meme puede tener la misma resonancia y repercusiones, una portada de revista, un skitch cómico.
Basta tomar algo que sea venerado por un considerable segmento de la población y pervertir sus valores más intrínsecos y evidentes para que entonces todos los adoradores del ícono se pongan histéricos y le den inmediata notoriedad al producto.
¿Hay algo más chafa, alevoso y prefabricado que eso?
A los que piensen que así se forjaron las leyendas del arte, les tengo noticias. No todos los maestros de las artes fueron personajes de ruptura. De hecho, los más grandes tenían que cumplir los estrictos requisitos, cánones y normas de su época, de sus mecenas y de la Iglesia más dogmática y sólo a partir de entonces podían ponerse a crear algo verdaderamente bello, trascendental, casi divino.
Claro, celebramos que el arte ya no necesite del VoBo del Papa y entiéndame: El “Zapata entaconada” tiene derecho a existir, a ser visto y a ser exhibido en la mejor galería a la que pueda acceder.
Ello por supuesto va a enchilar a muchos, sobre todo a los descendientes del Caudillo del Sur –y a los del Frente Unido por la Familia–, mismos que buscarán vetar la obra, lo que va a suscitar un movimiento de resistencia LGBTT, el que a su vez será víctima de la intolerancia de los primeros, lo que convertirá a la pintura en un ícono (aunque se suponía era de corte iconoclasta) y el autor se va a asumir redentor del movimiento gay y... ¡Cómo¡ ¿Que ya sucedió todo lo antes dicho? ¿Por qué no me sorprende en absoluto? Ya ve, todos felices jugando su papel en una historia repetida incontables veces en la historia del mundo.
Yo sólo digo que hay que ser cautos con el arte, que no por exaltar actitudes (por demás estereotipadas) de una minoría tradicionalmente oprimida, la obra adquiere valor per se; no por ser transgresora es buena y no todo el que la critica lo hace por razones homofóbicas.
Hoy México celebra a uno de sus íconos más antiguos (tan antiguo como su propio devenir histórico) y sin duda uno de los más venerados. El mito guadalupano está ya muy cerca de cumplir 500 años, medio milenio de existencia, y ha sido sin duda uno de los factores imputables de que los mexicanos tengamos, entre nuestras más notables debilidades, una irrefrenable idolatría por las imágenes.
Allí puede radicar el valor del Zapata homoerótico de Fabián Cháirez, que contribuye un poco a que algunos le pierdan el miedo a la desacralización de sus símbolos. Pero ya sus méritos estéticos quedan a criterio de verdaderos entendidos en el campo del arte y a la gracia con que sorteen el paso del tiempo.
petatiux@hotmail.com
facebook.com/enrique.abasolo Enrique Abasolo