El frío de ayer y de hoy
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Este año el invierno ha sido más benigno en la región. Al menos en los días transcurridos desde el inicio de la estación, no ha dejado sentir toda la crudeza de la temporada. Una sola noche, y todavía era otoño, ha bajado de cero grados la temperatura, a diferencia de diciembre de 2017, que trajo varias caídas de aguanieve, nevadas y candelillas, vistiendo de blanco el paisaje citadino como era en otros tiempos.
Yo recuerdo aquellos días de niños que regresábamos de la escuela en las heladas tardes sin sentir los pies, con los zapatos húmedos y las calcetas casi a punto del congelamiento. En aquel tiempo las niñas no usábamos pantalones, sólo un ligero uniforme de faldita, el mismo para verano y para invierno, y las calcetas llegaban apenas abajo de las rodillas. No había ropa térmica ni la variedad de materiales de hoy para confeccionarla. ¡Bendito sea Dios! El material de moda, entonces único adelanto de la industria, era la tela de nylon con la que fabricaban la ropa interior, las calcetas y calcetines, y era frío como el hielo en el invierno y caluroso en el verano, pero más duradero que el algodón, por lo que las mamás dejaron de remendar los calcetines de su numerosa prole.
En 1886, Esteban L. Portillo publicó su “Anuario Coahuilense”. A más de 130 años de que viera la luz, ese libro es indispensable para la consulta de datos interesantes de la época. Por ejemplo, ese año de 1886 Saltillo tenía sólo 25 mil habitantes, un dato que hoy nos parece casi imposible. Lo consulté recientemente, movida por la curiosidad de lo que consignara respecto a los inviernos en Coahuila.
Dice don Esteban que “la extraña configuración del terreno del estado, y su distancia del Polo hacia el Ecuador, su mayor o menor elevación sobre el nivel del mar, es lo que realmente viene a determinar la variedad de su clima, haciendo que lugares situados a una misma latitud y a muy corta distancia unos de otros, se encuentren bajo la influencia de distintos climas”. ¡Vaya con don Esteban! Me fui a las últimas páginas, en las que se encuentra un curioso calendario donde el autor consignó el santoral y algunas efemérides. Transcribo dos de estas últimas correspondientes al mes de enero: “1841. Al sur de la Fábrica La Labradora fueron asesinados por una partida de indios los Sres. Lic. José Ma. Goríbar, Andrés Flores, Francisco Aguirre, Juan Rodríguez, Antonio Ma. Pérez, Crisanto Morales y Agapito Sánchez”. Este acontecimiento quedó registrado en la historia de Saltillo como la “Indiada grande”.
“1867. A las cuatro de la tarde fue presentada en la Plaza de Armas al 1er. Batallón de Coahuila la bandera que bordaron las Sritas. Refugio Carbajal, Mariana Rodríguez, Dolores García Carrillo y Luisa López del Bosque. El Gobernador del estado, D. Andrés S. Viesca, y el Lic. D. Juan A. de la Fuente, a nombre de las señoritas presentaron dicha Bandera al Gral. Mariano Escobedo como Coronel del Cuerpo de Coahuila”. Ese cuerpo militar iba a pelear a Querétaro para liberar a la Patria de la Intervención francesa y arrancarle el gobierno a Maximiliano.
Tanto los valientes que murieron a manos de los indios en las afueras de la ciudad, como los soldados integrantes del Batallón Ligero de Coahuila y las señoritas que pusieron sus extraordinarias artes de costura a disposición de la patria y presenciaron en la plaza la entrega, por el gobernador y el distinguido jurisconsulto Juan Antonio de la Fuente, de la bellísima bandera bordada a los valientes coahuilenses que iban a defender a la República, sufrieron, como nosotros hoy, la inclemencia de los fríos inviernos saltilleros. Ni qué decir. Así ha sido siempre el invierno.