Hoteles se visten de lujo en atención. Y el gobierno?
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Los Cabos, BCS.- El multimillonario campeón de box Floyd Mayweather se sienta en solitario al centro del camastro tipo tienda árabe, y otea el horizonte a través de sus gafas de Sol mientras escucha a través de sus audífonos alámbricos blancos, una selección de música elaborada ex profeso para él.
Les platico: Tres de sus guardaespaldas lo tienen a él como único objetivo de sus francotiradoras miradas a prudente distancia y cuando se coloca su gorra de béisbol con los colores de México, es hora de ponerse en movimiento.
Un asistente le acerca sus sandalias, le entrega su reloj Rolex Submarine con extensible de oro blanco y acero; se quita el otro Rolex de igual modelo pero con correa blanca deportiva que traía puesto, se pone una sencillita camiseta blanca de tirantes y se encaminan todos hacia uno de los pulcrísimos senderos blancos que conducen al único restaurant abierto del hotel -de los 7 que hay- situado a 40 metros de la playa pero con una vista que luce más cercana hacia el mar.
Ahí le esperan desde hace diez minutos -como única compañía- dos copas de cristal azul cobalto artesanal y una botella de agua Perrier sembrada en hielo, junto a tres pequeños platos -también artesanales- con fruta, yogurt natural y miel de abeja multiflora de la marca “Bikube”, que le trajeron especialmente desde los apiarios que una emprendedora de Monterrey cultiva en el centro del País.
Cumpliendo con los reglamentos sanitarios visibles en el hotel donde se hospeda, en los trayectos se coloca un cubrebocas y ninguno de los empleados del resort de clase mundial se le acerca pesar de que matarían por una selfie al lado de semejante celebridad.
Ni un solo huésped se cruza en su camino cuando se dirige con su comitiva al ascensor que los conducen al piso 7 donde está su habitación, una espaciosa suite que más que “cuarto de hotel” parece un loft con una cama que al pie y su costado izquierdo tiene pasillos con una vista espectacular al Mar de Cortés.
Hacia el norte se alcanzan a ver las costas de Sinaloa desde la pequeña alberca que tiene en su habitación y en una mesita al lado del camastro doble, unos binoculares de la marca Bushnell para que el campeón acerque a sus ojos la belleza que le circunda por dos de los cuatro puntos cardinales.
Quería pasar unos días de relax. Escogió Los Cabos porque le encanta y su deseo de toparse con poca gente se cumplió con creces, porque, no solo el hotel donde se hospeda sino todos los de esta bella península, apenas están ocupados al 10% de su capacidad.
Este destino mexicano y su industria hotelera y gastronómica se visten de lujo en la atención hacia el escaso turismo que lo visita en el umbral de un mes al que aquí le llaman “Septihambre”.
El bicho le está pegando durísimo a la actividad comercial y ante esto, el hotelero, el restaurantero, el comerciante que viven todos del turismo, cada vez que cruzan palabra con un cliente -cubre bocas, caretas y guantes de por medio- se llevan la mano al corazón en señal de cálido y sonriente saludo y detonan un “gracias” que llega al alma de quienes lo recibimos.
No solo para una celebridad como Mayweather están siendo prodigadas estas atenciones.
Las recibimos todos los humildes mortales que tenemos el privilegio de salir de nuestras casas y visitar lugares como éste.
CAJÓN DE SASTRE
“Cuándo el gobierno se va a tocar el corazón para apoyar a la industria turística y a las otras que se la están partiendo para sobrevivir a la pandemia?”, pregunta la irreverente de mi Gaby.