La esperanza alimenta la utopía
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Se han escrito muchas obras sobre la “utopía”, pues en el fondo de nuestras vidas y ante las realidades que experimentamos siempre, aspiramos a una sociedad mejor, a un mundo mejor. Agustín de Hipona con la “Civitas Dei”, Tomás Moro con “Utopía”, “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley y otros han escrito sobre el tema, que en el fondo aborda la idea de la esperanza que, como afirmara Ernst Bloch en “El Espíritu de la Utopía”, es un principio que nos da la posibilidad de decir no a realidades concretas.
Hablar de la utopía es hablar del sitio ideal, de la sociedad ideal donde abunda la justicia. Donde el equilibrio, la belleza y la armonía dan sentido a las cosas y le dan la posibilidad al ser humano de ser plenamente feliz. Como dijo Eduardo Galeano: “(…) la utopía ésta en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para caminar”.
Por tanto, la utopía para los seres humanos es imprescindible. La requerimos. Ante la imperfección humana que se refleja con la voracidad, la corrupción, la codicia, la violencia, la imprudencia y la falta de sensibilidad y solidaridad, es fundamental pensar que el hombre es una posibilidad siempre abierta, un proyecto inacabado, pero sobre todo un ser que se alimenta de la esperanza para seguir creyendo que sí es posible un mundo mejor. Sin lugar a dudas, en este caminar en el que parece que se acaban las fuerzas, la esperanza debe de alimentar siempre la utopía.
En estos días, ante la contingencia mundial que enfrentamos, no hay que perder la esperanza. La esperanza de que saldremos adelante y la esperanza de salir fortalecidos. Ante una sociedad compleja donde el relativismo moral nos sigue complicando la vida, pues hay un divorcio patente entre lo que se dice y lo que se hace, donde prevalecen los valores del mercado, donde el nihilismo, el pansexualismo, el hedonismo, la violencia, la inseguridad y el narcotráfico se han convertido en la práctica constante; la esperanza es una fuerza suave y poderosa que activa dentro de nosotros una capacidad que nos permite superar nuestros problemas.
En una sociedad donde nos vendieron la idea de que la clave del éxito se encuentra en los bienes temporales, es decir, en la fama, en el poder, en el prestigio y en la riqueza, la realidad que hoy experimentamos nos da con la puerta en la cara.
Estamos siendo puestos a prueba, ¿nos damos cuenta? Como seres humanos que han dañado y agotado la naturaleza –la humana y el mundo en el que vivimos– requerimos una reconfiguración de ideas; de formas de ser, de nuevos paradigmas sociales, de nuevos acuerdos que nos vuelvan más solidarios con quien es nuestro partner y con el lugar donde vivimos. Lo que vivimos no es gratis, nosotros mismos lo hemos provocado y nosotros mismos lo tenemos que resolver. Lamentablemente ahora nos cuesta vidas humanas. Estoy convencido que en parte con nuestras irresponsabilidades lo hemos provocado, pero la esperanza me dice que con lo que estamos viviendo se dará una reflexión dinámica que nos dará la posibilidad de tener un mejor futuro.
Sin lugar a dudas, como sociedad vivimos un orden dinámico y no debemos perder de vista que estamos preparando, con este presente complicado, el futuro. Que esta cuarentena, como todo lo que significa el cuarenta, sirva para preparar el futuro inmediato que nos aguarda. Si la sociedad mundial no aguanta más, si la naturaleza no aguanta más, si las dimensiones de la vida humana están agotadas, que estos días en los que obligadamente estaremos aislados, nos sirvan de reflexión para revisar lo que hemos torcido.
Con cerca de 300 mil casos confirmados hasta el momento en el mundo y más de 11 mil 500 muertes –dos de ellas en México–, sería complicado que una vez saliendo de esta pandemia no aprendiéramos la lección. Decía Galeano en su poema de la Utopía: “Que tal si deliramos un ratito, que tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible. El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones”.
Con la pandemia que hoy experimentamos hay un nuevo reto para quienes formamos parte de la sociedad actual y particularmente de la sociedad mexicana; una vuelta a nuestra esencia como familias, como comunidad y como seres humanos. Convivencia en corto con los que poco estamos, reflexión personal sobre la “insoportable levedad del ser” (Kundera), y una reflexión necesaria sobre protegernos unos con otros serán algunos de los tantos temas que podremos poner en la mesa familiar e iluminarlos con lecturas que nutran nuestro espíritu y, por supuesto, nuestras acciones, porque la peor pandemia que seguimos enfrentando los seres humanos es la de la falta de solidaridad, de indiferencia y de sentido comunitario. Mantengamos viva la esperanza porque así mantendremos viva la utopía.