Literatura trash
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Vagaba. Simplemente vagaba. Como siempre. Como es mi vida. Soy un viajero dentro de mi ciudad Saltillo, la cual ahora se muestra recargada merced al trabajo, empuje e ideas del “cowboy urbano” Manolo Jiménez. Mi ciudad se muestra lozana, atractiva, acicalada. Los eventos de cultura y esparcimiento todo el año han hecho de Saltillo una fiesta perpetua. Y si hay fiesta, hay poco tiempo de pensar en maldades (siempre las va haber), en violencia; hay poco tiempo para hacer el mal y cometer un delito (los va a seguir habiendo, somos una población de más de un millón 100 mil habitantes y con una cantidad flotante brutal). Deporte, cultura y esparcimiento son una triada bien lograda en esta ciudad, da gusto.
Por séptimo trimestre consecutivo, mi ciudad (a la cual amo y detesto a partes iguales) Saltillo está ubicada entre los primeros cinco lugares en materia de seguridad a nivel nacional (datos del Inegi). No es obra del espíritu santo, señor lector, ni tampoco el “cowboy urbano” les ha tirado un choro mareador a los delincuentes al estilo del mesías de Tabasco (ya demente, ya pirado, como decíamos en mi infancia y adolescencia, Andrés Manuel López Obrador, de plano, el pasado 26 de octubre de gira en Sonora, se comparó con… Jesucristo. No es broma, desgraciadamente. Lo abordaré aquí en poco tiempo, espere usted mi texto. ¿Qué pensarán de esto los monjes mediáticos, Raúl Vera y Pedro Pantoja? Les están robando su monopolio, caray). Es trabajo, labor de inteligencia, prevención del delito, atención a focos rojos, rapidez en la reacción de la policía, etc.
Bien, lo anterior igual lo voy abordar en mi ya larga y celebrada saga de “Violencia / Inseguridad”. Le decía que soy viajero en mi ciudad. Andaba de vago, andaba viendo la conmemoración del mexicano “Día de Muertos”, sus altares, su fiesta, sus sabores y colorido (igual creo que usted ya lo notó, con dos o tres años en que la alcaldía de Manolo Jiménez ha programado este festival de ánimas, calaveras y catrinas, se le ha ganado un gran espacio, terreno y presencia a eso gringo llamado “Halloween”. En fin, era cuestión de trabajar y el Ayuntamiento lo está haciendo). De nuevo inicio. Andaba de vago deambulando en mi ciudad viendo altares y desfiles de ánimas en pena. En pleno Centro y antes de llegar a una de mis tabernas favoritas. Estaba una gran caja tirada como basura, con… libros, revistas y cuadernos. No es broma, caray. La literatura como basura. Literatura trash.
Intrigado, me acerqué a la caja, revolví un poco. Dije: ha de ser de algún vecino y la dejó aquí para regresar a cargarla a su casa. Esperé un buen tiempo. Nadie pasaba por ella. Era basura. Literal. Me atreví a tomar un grueso volumen encuadernado con aro metálico. El volumen era de más de 220 páginas. Su título: “Antología Literaria”. En su portada tenía un gran sello: “Colegio Nicolás Bravo”, destinado al tercer semestre de secundaria, me imagino. La dueña de esta antología es una niña de la cual sólo voy a transcribir sus iniciales: CJVM. La maestra es NAGA.
ESQUINA-BAJAN
Y como su nombre lo indica, era una selección, una antología de lo más granado de la literatura nacional, latinoamericana e internacional. Y sobra decirlo: imagino dicho Colegio no paga derechos de autor por la selección de autores, pero sí cobra dicha antología a sus alumnos. Negocio redondo. ¿Por qué no mejor solicitar que los alumnos lean los libros completos y no sólo pálidos fragmentos de todo, sin llegar a profundizar en nada? Tal vez por un motivo: ni a la profesora que debe de fomentar el amor y pasión por las letras le interesa. Si a la profesora no le interesa, pues menos a sus demacrados alumnos que se educan con “memes”; por esto, dicha Antología como otros materiales escolares estaban en la basura.
¿Cuándo se jodió todo esto? No sé. Pero yo fui educado con otras costumbres, otros valores, otros moldes. Otras semillas. Por eso no me reconozco entre las nuevas generaciones que viven virtualmente y no de manera real. Aún y hasta hace poco, y porque ellos me decían que no lo hiciera, pues sí, suelo besar la mano de mis tíos. Signo de respeto y tributo al varón, al caballero, al familiar mayor. Así fui educado. ¿Himno Nacional se escucha? Me pongo de pie y saludo a la bandera. AMLO ya no lo hace ni le importa. Su ejemplo está cundiendo, desgraciadamente. ¿México?, lo es todo para mí, es mi patria, el lugar de mis padres. No ese término jurídico y legal: nación. No, para mi es mi patria, mi raza. Y eso de raza está hoy prohibido. En fin, todo es sin gluten, sin cafeína, light de a madre.
¿Libros? Pues caray, es la única extensión del pensamiento que tenemos, como bien lo dijo en su momento el divino ciego Jorge Luis Borges. Todo lo demás es extensión de las manos (una pala, una herramienta, un arma), extensión de los pies y manos (una bicicleta, un patín); pero extensión del pensamiento e inteligencia: un libro. Nada más poderoso que un libro. Nada más bello y letal que un libro. Para mí, poco o nada más sagrado que un libro. De hecho, no pocas veces los trato mejor que a mis musas. ¿Cuándo se jodió todo y los jóvenes vagan en la amargura del olvido y del “tiempo real” en sus celulares “inteligentes”? La antología, la cual estaba en la basura, contiene textos de Homero, Octavio Paz, William Shakespeare, el gran Juan Rulfo, Alfonsina Storni, Jaime Sabines, Gustavo Adolfo Bécquer, Alejandro Dumas, Manuel Acuña…
LETRAS MINÚSCULAS
¿Hay esperanza de que esto cambie? Con estos maestros y con estos alumnos, la esperanza es una fruta podrida donde los valores son sombra, polvo… basura. Literatura trash.
¿Por qué no mejor solicitar que los alumnos lean los libros completos y no sólo pálidos fragmentos de todo, sin llegar a profundizar en nada?