Los tiempos que vivimos, son tiempos de hacer sólido al otro, independientemente de nuestras filias y fobias
COMPARTIR
TEMAS
Dificulto creer lo que dice el Presidente de la República a propósito de que el pueblo de México es un pueblo solidario. No podremos ser un País solidario mientras gobiernos, partidos, sociedad y medios politicen el momento que vivimos anteponiendo sus intereses por encima del dolor de una buena parte de la población.
Si los gobernantes no son solidarios y no entienden “bien a bien” lo que es la solidaridad, difícilmente lo hará el pueblo, ahí están los atentados en contra de los trabajadores de la salud. La politización en la práctica de las políticas públicas, poniendo clichés partidistas e ideológicos es fácil de descubrir, por eso decía en la anterior entrega: “los gobernantes insultan y menosprecian la inteligencia de los ciudadanos”.
El caso de los gobernadores que reclaman y usan como pretexto la raquítica participación de la Federación a los estados norteños, no es nada nuevo, lo nuevo es el aumento de confrontación que venden a una buena parte de la población. Pareciera como una especie de descubrimiento de la pólvora. Siempre supieron de las reglas del juego, eso ocurrió desde muchos sexenios atrás. Ni modo que a partir de la llegada del nuevo gobierno hayan disminuido las participaciones federales.
No nos merecemos, los ciudadanos, encontrarnos con gobernantes que prioricen su permanencia política apostándole a “ser solidarios en tiempos de desgracias”. Lo que les compete en este momento es efectivamente que se dediquen a cuidar a la sociedad que se les ha encomendado, como lo hacían hasta antes de politizar la pandemia.
Tampoco nos merecemos periodistas que le apuesten a la división cuando de por sí nuestro País está tan dividido. Tampoco nada nuevo. Ni empresarios que se hayan encuerdado con intentos fallidos de confabularse buscando el bien de México.
Vivimos tiempos difíciles y sobre todo una realidad que no es la cotidiana. Se sobreentiende que las pérdidas económicas son terribles, pero cuando hubo grandes y magras ganancias nadie se quejaba. Pero lo que vivimos son tiempos que no se habían vivido antes, y esto no es lo cotidiano.
La solidaridad con México no se palea de esa forma. No tiene lógica ni pies ni cabeza lo que dicen algunos, quienes afirman “aman al País”. ¿Qué extraña forma de amarlo, no le parece? Es tiempo de dejar, de una vez por todas, los intereses particulares por encima los colectivos.
México no es Morena ni Andrés Manuel. Ni lo conforman sólo los Estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y los que se han adherido a este multimentado y desairado bloque. Ah, no olvidemos a Jalisco.
Ni tampoco la Coparmex (aunque afortunadamente no todos sus miembros piensan como su presidente nacional, vgr., el descarrilamiento del exsecretario del Trabajo como vocero). Ni los periodistas estrellas –de otros sexenios– que ironizan, desvían y manipulan la información en razón de sus intereses. Hoy se requiere responsabilidad, honestidad y solidaridad en todos los actores que tienen relevancia en el panorama nacional. Incluyendo los periodistas aplaudidores del sistema.
“A río revuelto, ganancia de pescadores”, sigue siendo una prioridad para quienes no han entendido lo más elemental que debe de lucir el ser humano por estos días aciagos. Como bien lo dicen algunos, “por éstos tiempos sacamos lo mejor o lo peor de nosotros mismos”, en muchos casos –no en todos– lo peor.
Vendrán momentos más complicados que los que hemos vivido. No sigan perdiendo el tiempo en la búsqueda de tajada política. No va por ahí. Dejen de lucrar con el dolor y la incertidumbre de muchos. Es tiempo de unir esfuerzos y de trabajar con ahínco.
La solidaridad tiene connotaciones distintas. Dice Leonardo Boff que no sólo debe entenderse como virtud que refuerza los lazos entre las personas, sino como una realidad fundamental de la existencia humana, que es colaboración con los otros y construcción común de la historia.
Es la capacidad, dice Victoria Camps, de sentir la convicción de la unidad e interdependencia de todos los seres humanos, de integrar, sin confusiones, el espacio de lo público y el espacio de lo privado, estableciendo corredores entre lo uno y lo otro. Ahí está la clave.
Ni todos los mexicanos son solidarios, ni todos son mezquinos. Pero éstos no son tiempos para ponerlo a consideración. Son tiempos de hacer a un lado nuestras filias y fobias ideológicas y dedicarnos a hacer sólido y fuerte al otro, quien quiera que éste sea.