Me engañan los relojes
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Esta mañana dudé de los relojes. Los acusé de engañarme. Miré tres veces para asegurarme de que la hora que veía en efecto era la hora. Pasaba de una vida a otra, como hago varias veces al día todos los días; de psicoterapeuta a artista a traductora a escritora a mamá a grandma (en esta casa no se dice “abuela”) a actriz a promotora, y más. Anoche justo, en un grupo de mujeres, comentábamos la larga lista de funciones e ideologías que cargamos y que nos nombran. Ciertamente hay una línea gris y muy poco definida entre nuestro ser y nuestro pensar y hacer.
Pero, yo estaba molesta con los relojes. Tal vez los relojes me recuerdan que no puedo con todo en un solo momento. Pensaba que sí. Presumía de poder hacer varias cosas a la vez, de mi multiplicidad, mi agilidad, mi…en realidad podría ser atención dispersa que no le pongo ni a una cosa ni otra. A veces. Con tanto que sueño, parece que ni duermo cuando duermo.
Revisé los relojes tres veces. Tenía que pasar de la agenda al café al taller, y en el taller de ser facilitadora a ser alumna. Y, al ser alumna, preocuparme por como lograr dedicar suficiente tiempo y atención a la tarea, a mi proyecto, para sacarlo adelante. Y el proyecto justo tiene esa implicación, ver y contemplar quién soy yo en este preciso momento, tal vez más allá de los roles y las funciones. La actividad consiste en expresar quién estoy siendo hoy, frente al espejo, frente a una fotografía, frente a lo que veo en mis propios ojos, más allá de los relojes.