Pacientes sin coronavirus también lo padecen; cancelan sus consultas y estudios
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La reconversión hospitalaria en medio de la epidemia ha dejado rezagada la atención a pacientes con otras enfermedades
Gerardo Chávez pisó por primera vez en más de cuatro meses el Instituto Nacional de Cardiología para llevar a su madre de 77 años, quien esa mañana sintió que el corazón se le salía ante los rápidos latidos.
Su madre fue ingresada de urgencia y estabilizada, sin embargo Gerardo tuvo que esperar afuera ya que el ingreso a familiares se encuentra limitado, pues en el instituto se siguen atendiendo a pacientes enfermos de COVID-19.
“No había consultas pero venimos por lo de la arritmia y como es una cosa de emergencia sí la ingresaron.
“Ya no hubo consultas físicas, tenía que ser sólo por teléfono. Fue desde que empezó esto, como por abril, nada más le dieron dos consultas por teléfono pero como ahora se sintió mal la tuvimos que traer”, cuenta Gerardo, quien explica que su madre tuvo una cirugía hace 30 años que desató en ella varios padecimientos en el corazón.
Los últimos días de marzo inició la reconversión de los hospitales públicos de la Ciudad de México, la entidad que registra el mayor número de casos positivos y muertes por coronavirus. Mientras algunos –como el Instituto Nacional de Cardiología– dividieron las áreas para separar a los pacientes COVID-19 del resto, otros se dedicaron por completo a la atención de la pandemia.
El gobierno informó que para al etapa 3 de la epidemia, en la que se encuentra el país en este momento, un total de 745 centros hospitalarios se reconvertiría. Hasta este jueves ese proceso permite que un total de 31,759 camas estén destinadas a pacientes portadores de SARS-CoV–2, de las cuales 12,611 (40%) están ocupadas.
Este esfuerzo del sector salud, que incluso la OMS ha reconocido y que es considerado como éxito por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, también ha presentado un obstáculo para la atención de pacientes con otros padecimientos.
Es el caso del padre de Nazarena Palomares, a quien llevaba tres veces a la semana para recibir hemodiálisis en el Instituto Nacional de Cardiología desde hace cuatro años. Esta rutina se rompió con la llegada de los primeros pacientes de COVID-19.
“Desde que empezó lo de la pandemia comenzaron a cambiar todos los horarios, primero temprano a las 7 y después a las 10 de la mañana.
Al principio le recortaron las hemodiálisis a sólo una vez a la semana, luego dos y apenas ya nos dijeron que le van a comenzar a dar las tres que necesita”, explica.
La joven señala que en el piso de Nefrología, donde atienden a su padre, se registró al menos un contagio de COVID-19, pero sin importar el miedo a contagiarse siguieron acudiendo al procedimiento para la insuficiencia renal.
Aunque el Instituto Nacional de Cancerología es uno de los que no atendió a personas con COVID-19, Vianey Valdez es una de las pacientes con cáncer afectada por la falta de medicinas que se dio casi al mismo tiempo que la pandemia.
“Estamos en el proceso de quimioterapias y yo creo que del 100% que se necesita hay como una tercera parte
“En el caso de mi esposa la quimioterapia adecuada no la hay entonces le dieron un sustituto que a lo mejor no le va a traer ningún beneficio, sin embargo el doctor no tiene otra opción”, cuenta su marido Benedicto Estrada.
Además, en octubre comenzará la temporada de influenza y un posible repunte en los contagios de COVID-19, por lo que será necesario seguir atendiendo la pandemia.
“Necesitamos conservar esa capacidad hospitalaria, pero también tenemos que conservar o regresar a la capacidad de subsanar el rezago y atender a las personas con estos otros padecimientos.
“Una de las salidas a este dilema incluye el reforzamiento de la capacidad del primer nivel de atención y el desplazamiento de servicios clínicos al primer nivel de atención para que sea recibida con mayor eficiencia la población que tiene necesidad de esto”, dijo durante el informe diario del 4 de agosto.