Pasta de Conchos: hay que discutir sólo hechos
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Valdría la pena concentrarse en que los especialistas digan cómo puede garantizarse que no se pondrán en riesgo más vidas humanas y el esfuerzo por recuperar los restos de los mineros no termine en tragedia
La discusión respecto de si es posible o no rescatar los despojos de los mineros víctimas de la explosión en Pasta de Conchos lleva 13 años siendo contaminada con planteamientos más orientados al lucro político que a esclarecer la verdad.
Tal contaminación ha vuelto absolutamente imposible proponer que el asunto sea zanjado ciñéndose de forma estricta a criterios técnicos, expuestos por especialistas reconocidos, que determinen si el rescate de los cuerpos –o lo que quede de ellos– es materialmente viable o no.
De un lado, los familiares de las víctimas reclaman justamente que se agoten todas las posibilidades materiales para intentar el rescate y que les entreguen los restos que les permitan cerrar su proceso de duelo. Del otro, autoridades de diversos signos políticos intentan que se les reconozca como personas “sensibles” a las peticiones de los deudos.
Ningún argumento va a convencer a los familiares de que el ingreso a la mina es imposible, o que resultaría inútil porque no se encontraría ningún resto humano debajo de los escombros. Menos aún cuando el Gobierno de la República ya ha dicho que destinará los recursos que sean necesarios para intentar el rescate.
A partir de tal ofrecimiento, un grupo internacional de expertos ha llegado a Coahuila y evalúa la estrategia para remover las rocas, reconstruir las galerías de la mina y llegar hasta el lugar donde se encontraban los mineros desaparecidos al momento de la explosión.
En este contexto, el Gobernador de Coahuila insistió ayer en señalar los riesgos que implica el ingreso a la mina y reiteró un argumento que se ha planteado en múltiples ocasiones: “por la temperatura a la que se dio la explosión, prácticamente lo que podamos hallar abajo son cenizas”.
Tiene razón, sin duda, el mandatario coahuilense al advertir una vez más sobre los riesgos que deberían arrostrar quienes llevarán a cabo la tarea. Y tal vez tenga razón respecto de lo que se podría encontrar dentro de la mina.
Sin embargo, es necesario asumir que, a estas alturas, ya no tiene sentido poner sobre la mesa argumentos que parecieran tratar de empujar la posibilidad de que se desista en el intento de ingresar a la mina. Ya hemos dejado atrás ese punto y ahora lo que conviene es discutir cómo va a garantizarse que no se pondrán en riesgo más vidas humanas.
Habrá que insistir en ese sentido que, por válidas que sean las demandas de los familiares de las víctimas, no se justifica poner en riesgo la vida de ninguna persona para recuperar los restos de un individuo muerto.
Por ello, valdría la pena concentrarse en que los especialistas digan cómo puede garantizarse que el esfuerzo no termine en tragedia y, en todo caso, quién o quiénes asumirán la responsabilidad en caso de que las advertencias reiteradas se convirtieran en realidad.
Y en esa discusión no deben tener cabida las especulaciones, las creencias o los buenos deseos, sino los hechos concretos y puntuales, es decir, las estrategias de seguridad basadas en la experiencia.