Aprenden a leer y escribir 3 mil adultos al año en Coahuila... y rezago es de 31 mil
Aunque Coahuila es el estado con menor tasa de analfabetismo, hay 95 mil personas que no han terminado la primaria y 343 mil la secundaria
Aunque Coahuila es el estado con menor tasa de analfabetismo del país y cada año 3 mil personas aprenden a leer y escribir, se estima que hay un rezago de 470 mil personas que no cuentan con educación básica.
Carlos Castillo Garza, director académico y de operación del Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA) en Coahuila, señaló que cada año 3 mil personas pasan por un proceso de alfabetización, aunque también se busca que culminen los niveles de primaria y secundaria por lo menos.
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En cifras globales, se estima que en el estado hay 31 mil personas que no saben leer ni escribir, 95 mil que no han terminado la primaria y 343 mil que no han terminado la secundaria, lo que implica que 470 mil personas no cuentan con educación básica.
Castillo agregó que la meta para este año es que no haya ningún municipio que supere el cuatro por ciento de población analfabeta, condición en la que ahora se encuentran Candela, General Cepeda, Guerrero, Hidalgo y Viesca.
Agregó que, cuando un territorio rompe la barrera del cuatro por ciento, puede declararse libre de analfabetismo, escenario que no ha cumplido ninguna entidad del país pero están cerca Coahuila, Nuevo León y la Ciudad de México.
‘NO ES UN FRACASO ESCOLAR, ES DEL SISTEMA’
“Nosotros trabajamos con la gente más vulnerable, con la gente que en su momento no pudo y no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela. Nosotros siempre hemos planteado que cuando una persona no sabe leer y escribir o no tiene primaria o secundaria, no es un fracaso escolar, es un fracaso del sistema, es un fracaso del Estado”, explicó Castillo Garza.
Agregó que personas que llegan a edad adulta sin educación básica no tuvieron condiciones de educabilidad, mismas que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) define como el tener acceso a la escuela, a la vestimenta, a un techo, a un piso y a alimentación.
“Es directamente proporcional el rezago educativo con la pobreza, a mayor pobreza menor educación, a mayor educación menor pobreza. Y esto es importante plantearlo porque normalmente se plantea el fracaso educativo como fracasos personales y no, han fallado las políticas públicas”, agregó.
Detalló que en todo México son cuatro millones de personas analdabetas, siendo Coahuila el estado número uno con menor población en ese rubro, a pesar de que ha sido una entidad receptora de personas migrantes. En la entidad, sólo 1.3 de cada 100 personas mayores de 15 años es analfabeta.
Castillo explicó que las personas sin saber leer ni escribir con mayores condiciones de vulnerabilidad son aquellas que tienen entre 15 y 19 años, pues son las que están en edad de ser económicamente activas, situación que se agrava en las mujeres.
“Nosotros tenemos muy claro también que cuando entregamos un certificado de primaria o secundaria a un hombre, estamos de alguna manera ayudándole a que una persona tenga mejores condiciones de vida, pero cuando le entregamos el certificado a una mujer, es a la familia”, agregó.
En ese sentido, añadió que se trabaja con toda la población, todas las organizaciones, todas las empresas o cualquier organismo que permita un acercamiento.
Añadió que en IEEA el espacio físico de la escuela cambia, pues pueden darse las asesorías en espacios públicos, parques, plazas, unidades móviles en las zonas rurales o los Biblioparques.
Castillo también mencionó que una diferencia importante con la educación tradicional es que en la educación para adultos se educa para el presente y no para el futuro.
“Nosotros no nos podemos esperar porque es una persona que tiene 15, 18, 20 años, que le urge tener el acceso a la lectura, escritura, tener su certificado primario y secundario, porque eso le va a permitir tener acceso a un empleo.
“Ahorita lo que se busca a través de nuestro modelo es que sea una mejor persona, que si no tiene empleo, a través del acceso a la educación tengo un empleo, si ya tiene el empleo, que tenga un acceso a un mejor empleo”, dijo.
Asimismo, señaló que los programas compensatorios por sí solos no sacan a la población de la pobreza, sino que es la educación la que termina por mejorar las condiciones de vida de las personas.
“Una persona que sabe leer y escribir le cambia la vida. Cuando tenemos una graduación, normalmente hablan los educandos y dicen ‘gracias porque tengo mi primaria, mi secundaria’, y yo me he atrevido a decir ‘no, perdón’, porque estamos llegando tarde a sus vidas, porque no hemos podido llegar con una política pública que de raíz logre erradicar el rezago educativo”, puntualizó Castillo.
‘YO QUIERO AYUDAR A PERSONAS QUE LO NECESITAN’
A una de sus sedes en Saltillo asiste Diana Perla Rodríguez, de 19 años, quien platicó con VANGUARDIA respecto a su experiencia como persona adulta que inicia su educación básica.
Diana es originaria de la capital coahuilense y ha vivido en ella toda su vida. Cuando no asiste a clases, ayuda a su madre con las labores domésticas en la colonia Guerrero.
Los problemas económicos han sido constantes en la vida de la joven, pues contó que su padre trabajaba en un taller mecánico hasta que perdió tres dedos en un accidente laboral, lo que complicó el sustento familiar.
Diana tiene tres hermanos que tampoco pudieron ir a la escuela. “Yo quería venir porque a veces batallo. Sí sé las sumas, pero las tablas no, me fallan los números. Las letras sí las sé escribir, pero a veces batallo”, contó.
Narró también que en la primaria se le dificultó aprender a leer, por lo que pasó por acoso escolar e incluso agresiones físicas por parte de compañeros e incluso profesores, lo que comenzó un éxodo por distintas escuelas e incluso por Centros de Atención Múltiples.
“Mi mamá me tuvo que sacar el siguiente año y me metí a otra escuela, al CAM 2. Ahí estábamos, pero faltamos mucho porque mi mamá no tenía para la combi a veces. Una conocida que se llama Ariana nos ofrecía llevarnos porque tiene carro, pero tuve un accidente en el pie, me corté y yo dejé de ir, pero mis hermanas sí siguieron yendo”, contó Diana.
“A veces yo quiero ayudar a las personas que necesitan ayuda porque yo soy cristiana”, agregó al preguntarle qué quería hacer una vez que terminara su proceso de alfabetización.
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TAMBIÉN SE TRABAJA CON MIGRANTES
El IEEA también permitió a VANGUARDIA charlar con dos menores provenientes de Honduras y El Salvador, que se encuentran en Saltillo viviendo en calidad de refugiados y de quienes por seguridad se ocultan sus identidades.
Personal del IEEA mencionó que se trabaja en coordinación con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Según dicha organización, actualmente hay 4 mil refugiados en la capital coahuilense.
“Brandon”, como se nombrará a uno de los menores en este texto, tiene 13 años, vive desde hace dos años en la ciudad y afirma que ya no quiere irse a Estados Unidos.
Narró que la violencia en El Salvador por las pandillas llegó a un punto en el que le fue imposible ir a la escuela, por lo que llegó a México sin saber leer ni escribir.
“No sabía nada y no me agarraban los celulares y mi mamá venía aquí y ella me puso para que así aprendiera cómo corregir las palabras y cómo acomodar las letras”, contó.
Por su parte, “Luis” tiene 16 años y es originario de Honduras. Vive en Saltillo desde hace tres años y también descartó la intención de irse a Estados Unidos. Trabaja en un autolavado, pero pide permiso para asistir al IEEA y aprender a leer y a escribir.
Al preguntarle por qué no pudo ir a la escuela, “Luis” contestó que en su país vivía con sus abuelos sembrando maíz en los cerros, lo que le hizo faltar muchas veces a la escuela.
“Yo no le platicaba a nadie (que no sabía leer). Nomás una vez vine, presenté un examen y no lo pude hacer, y me puse a llorar y luego en mi cabeza dije ‘sí lo voy a hacer’. Y luego ya me compraron un celular y yo leía los mensajes, iba como me dijo la maestra Coco, que nomás pegara las palabras y así ya voy aprendiendo, pero aún me falta tantito poder escribir”, contó.
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