Quisiera hablarle de amor
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Quisiera hablarle de amor, pero en este tiempo hablar de eso es como tratar de agarrar el humo con las manos y no soltarlo. Después de tomarlo fugazmente, se siente de pronto un deseo de querer que se tatúe en tu piel con tinta indeleble. También hablar de eso, en estos tiempos, es como ser un “millennial” y no tener datos en el celular o la Tablet, en medio del día, la gente, las plazas, el mundo; o parecerse a un espejo, temeroso del reflejo de la tierra, que, por cierto: es el único objeto inanimado del que me aqueja verlo de frente.
Quisiera platicarle de amor, pero también podría estar la noche entera con ella, vestida únicamente con su mantra camboyano en la espalda, o una orquídea en acuarela; una mariposa reposada en su tobillo, quizá una rosa en su cadera o una parvada de pequeñas aves volando hacia sus costillas. Verla mientras duerme, desde que reposa su peso sobre el mío hasta que se estira por completo y toda su forma se complementa en mi geometría. Pudiera, mientras sus triángulos encajen en mis trapecios y círculos, cerciorarme del enigma del mundo. Me encantan sus líneas sin intersecciones, su trigonometría, las fórmulas que ella usa para explicar el secreto de su seno, desde el ángulo en que ella ve mi lado en su lado, en aquel que le queda y me queda.
Me habla en un idioma que perfectamente entiendo. Soy una línea que cambia y que mueve según su conveniencia, que parte y que ciñe, que abraza mansamente mientras me muevo y me pone obtuso, esquelético y llano; en una serie de tiempos indefinidos, en universos paralelos de los que nunca conocimos. Trata a mi pensamiento agudo como si no supiera diferenciar entre un plano y un volumen, me pretende y juega conmigo con toda su normalidad como si aceptara sus hipótesis nulas.
Si su relación y la mía fuera lineal, en función de un mismo objetivo, pudiera yo quedarme en su punto de inflexión por varios segundos, minutos, horas y me tiraría desde ahí hasta llegar al origen, sin desviarme por la tangente creada por la intersección de mis vanas y celosas preguntas, lo remediaría poco antes de cambiar el rumbo de nuestra línea.
Debería de derivarme primero en función de “f” o de fe y derivarme por segunda vez para llegar a cero o a nada. Tuve el sueño con ella de formar parábolas anunciadas, quizá una elipsis o alguna esfera, pero finalmente una curvatura que nos desviara o nos uniera.
Integro mi pensamiento equis para encontrar el área bajo la curva, desde un infinito negativo a mi propio infinito, y lo encuentro sublime. De todas formas, no quisiera hablarle de amor porque me resulta difícil hablarle de esos temas.
Me resulta complicado exponerle mis hipótesis nulas porque voy a encontrar las variables, que pudieran comprobar la probabilidad de lo inevitable, de esta distribución de datos que me fue dada ayer, cuando me contaron con certeza y convencimiento que ninguna desviación podría ser tan mala para contrariar lo que dice la media de las personas que la han visto.
Me siento solo, amargamente solo y enloquecido, me retumban las paredes como si estuviera en un avispero, pareciera que enloquezco, en verdad, aunque suene repetitivo, pero ¿acaso esto no es hablarle de amor?, mi preocupación por lo que pienso, por lo que piensa ella, por lo que sea que signifique esto. De contarte lo incontable por el mero motivo de llamar la atención, de quebrar el silencio en cristales diferidos, absurda mi intención de llevarla en mi mente y mi corazón, de extrañarla, de enredarme y encontrar la razón de su partida, de su engaño, de los motivos por los que dejó a este loco convertirse en cuerdo y lamer las mieles secas de un pasado inversamente proporcional al olvido.
Está bien, no voy a hablarle de amor, ni de coraje, ni de ilusiones, de ninguna forma. A final de cuentas en estos tiempos hablar de amor es hablar de humo tatuado, de frases pre fabricadas queriendo tener sentido, de redes y triángulos benditos, de cuerpos, de poros, de sudores volátiles. Me complica el amor y reniego lo que digo.
Roberto Godina. saltillo, coah Es ex Ateneísta egresado de Ingeniería Industrial por el Instituto Tecnológico de Saltillo, estudió también en la Escuela de Artes Plasticas de la UAdeC. En 2016 acudió al Centro Cultural Universitario para participar en el taller de Creación impartido por Marlén Curiel en Poesía y en el 2019 se integró al taller de Creación Literaria de la Universidad Iberoamericana impartido por Alejandro Pérez Cervantes.