Sal-Mon en mejor menú
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Saltillo-Monterrey.
Fue felicitada esa carretera cuando se suprimió la Cuesta de los Muertos. Había derrumbes, curvas peligrosas y descensos pronunciados. Filas larguísimas de tráileres que avanzaban a vuelta de rueda. Los viajeros llegaban exhaustos a Casablanca a darse un descanso de sopa y trago, de café y taco o machacado.
Además de la “libre”, se abrió la “auto-pista” de cuota. Ya de dos carriles. Pronto hubo corrientes que inundaban y no dejaban pasar. Pero lo más frecuente, hasta ahora, son las averías en el tránsito pesado, con encontronazos y volcaduras. Se multiplican los choques sucesivos y telescopiados cuando la niebla impide la visibilidad. Tres horas, cuatro horas de espera han tenido muchos conductores mientras hay suficiente despeje para seguir transitando.
Se habló, en años pasados, de la posibilidad de un tren bala con túneles que atravesaran montañas, como los de la carretera que llega hasta Mazatlán, sin tener ya el peligroso espinazo del diablo. En 20 minutos llegar de Saltillo a Monterrey, con furgones para peatones y automóviles. Algunos prolongaban la posible vía hasta Nuevo Laredo, en extensiones sucesivas. No sabemos qué aventada generación futura se lanzará a hacer realidad ese proyecto.
Lo de agregarle carriles requeriría una ingeniería postmoderna de los mejores talentos nacionales y con aportaciones de destrezas internacionales, con financiamientos oficiales y empresariales de ambas ciudades. Quizá un acarreo de taxidrones, en próximas décadas, podría abrir el transporte volátil con un Sal-Mon aéreo, en vuelos de cuarto de hora. Si se viene la oleada de automóviles eléctricos y hasta de los no tripulados, el transporte terrestre podría ofrecer alternativas interesantes.
El ciclismo urbano se va extendiendo en varios países occidentales como ya sucedió en Oriente. Carriles para bicicletas y hasta para patines del diablo de baterías agilizarían los traslados, suprimirían contaminación y descongestionarían los autobuses. El uso de energías limpias irá descartando, como obsoletos, los motores de explosión con sus combustibles contaminantes y su polución acústica.
Regios y saltillenses llegarán a experimentar una especie de conurbación sin proximidad. Además de las múltiples vinculaciones cibernéticas ya existentes, se podrá fomentar la cultura del encuentro con desplazamientos más expeditos y rápidos.
Por lo pronto, en los tramos ya reconocidos como más peligrosos por la concentración de neblina, podría idearse una eficaz iluminación rompeniebla, con una guardia de auxilios de emergencia y señalamientos para disminuir velocidad.
Son numerosas las personas que viven en Saltillo y trabajan en Monterrey, con diaria ida y vuelta. Irá acentuándose la urgencia de diseñar proyectos para que el ahora Sal-Mon accidentado se convierta en un platillo exquisito, con sabor de seguridad y prontitud en los menús de próximos viajeros agradecidos.
Imaginemos una estampida de futuros ciclistas saltillenses que suben, con sus dos ruedas, al tren bala para llegar en pocos minutos a calles regiomontanas y enfilarse hacia el gran estadio en que están llegando otros viajeros en los taxidrones para ser espectadores en el concierto. Llegan los integrantes del conjunto en sus patines de baterías a deleitar al público asistente.
En estas décadas de transiciones se irán dando las sorpresas de pasar de un salmón ahumado a un salmón dorado... En muchas familias hay hijos y nietos que lo disfrutarán... ¡ja!