Sermón inicial
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Gracias por leerme. Gracias por atender estas letras. No soy priista, no soy perredista, no soy panista, no soy pejista, no soy morenista. Soy escritor y periodista. Y hoy más que nunca, estoy harto preocupado por el giro a dónde va mi País. Hoy más que nunca estoy preocupado por el estado indolente y de apatía generalizada en el cual se encuentra Coahuila, su población y su clase gobernante, encabezada por el lagunero Miguel Ángel Riquelme. Política del dejar hacer, dejar pasar, gobernar por inercia. Pero, sin brillo, sin luz propia, sin planes, sin futuro. Nada.
El sábado 1 de diciembre, toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, el día inició temprano para mí. Como siempre, estaba en Monterrey esperando que llegara la flaca bailarina con la cual salgo allá a un restaurante para almorzar. Nos citamos en el Sanborns de San Agustín. La verdad eso de seguir enriqueciendo al Creso de Carlos Slim no me late nunca, pero a la flaca Asia Jazmín le gusta el lugar y yo sólo la complazco. Siempre. Pero antes de estar apoltronado en sus sillas, estaba tomando un café amargo en otro lugar cercano. En la televisión estaba por iniciar el discurso (sermón, homilía, misa, ya luego cuando lo escuché) en el Congreso, ya como Presidente de México, de Andrés Manuel López Obrador. Como siempre llevo laptop (mi libreta y mi pluma Montblanc, pues) y la flaca no llegaba (me dijo que no encontraba un par de zapatos de tacón que le fueran en combinación con su nuevo pantalón. En fin, así son las ladys, son Cenicienta todas: nunca tendrán el suficiente par de zapatos en su armario), decidí poner atención al discurso inaugural que duró la friolera de 78 minutos (más de una hora, 18 minutos y segundos). Lo que escuché, me dejó helado.
No menos de cuatro veces, AMLO dijo que no “pensaba reelegirse”. Es decir, sí lo piensa. Ninguno, ninguno de los anteriores Presidentes que han jurado el cargo (Ernesto Zedillo, Carlos Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto) jamás se refirieron a ello en sus discursos. Es impensable. Imposible. Por un motivo, constitucionalmente no se puede. Ni siquiera lo nombraban en sus peroratas. ¿Por qué AMLO sí? Por qué lo va hacer. Su tentación es mucha, maximizado ahora, por la adulación de su corte de claques. Y una de sus principales voces, el Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, el otrora aguerrido Porfirio Muñoz Ledo, lo recibió con el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter: “(AMLO) se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado… es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la patria”.
ESQUINA-BAJAN
Ya no es Presidente, no es un mortal, sino un “iluminado”, “un cruzado”, un mesías; es decir, Dios mismo de nuevo encarnado. Habría que cuestionar y pedir opinión al monje Raúl Vera y a Pedro Pantoja, qué piensan de esto. Nicolás Maduro al tomar el poder en Venezuela y al morir Hugo Chávez, decía que “hablaba con Chávez”. En su momento, Chávez también hablaba con Dios para tomar decisiones. AMLO en su sermón sabatino del 1 de diciembre nunca, nunca habló de “respetar las leyes”. En su homilía ante sus miles de feligreses, no habló de cómo va a lograr pacificar al País (ese día, ese fin de semana, fue recibido con 31 asesinatos en México, incluyendo la muerte del periodista de Nayarit, Alejandro Márquez Jiménez. En su primera semana de gobierno, fueron 311 asesinados), no dijo de dónde va a sacar los primeros mil 800 millones de dólares para tratar de frenar las demandas penales de los accionistas del frustrado Nuevo Aeropuerto. Ese día habló de buscar una superchería: “el bienestar del alma”.
Dejo para siguientes colaboraciones el desplumar sus frases hueras y mezclarlas precisamente con el día a día en el accionar de su mandato. Y es que hay muchas cacerolas en la lumbre por analizar, aunque sea Navidad. Eso de los buenos deseos pues por lo pronto, los dejamos de lado. Con la coronación de AMLO, todo se ha precipitado. En Coahuila, ante el vacío de poder de Miguel Ángel Riquelme, quien con su Informe duró en el caldero lo que dura una flama de un cerillo, el virrey Reyes Flores Hurtado, si tuviese una pizca de inteligencia y arrojo, ya le hubiese arrebatado la agenda completa al Gobernador que todo lo deja pasar (le voy a platicar aquí, de tres encuestas que me aplicaron en la calle, sobre la figura de Riquelme y su gestión. De espanto las preguntas. ¿Las confeccionó Fernando Simón Gutiérrez, su cerebro chiquito?).
Pero, dentro de todo este reordenamiento político y de estrategia electoral (AMLO siempre va estar en la boleta electoral, hasta que le de un tercer infarto), los tiempos, insisto, se precipitaron: si López Obrador duró en campaña 18 años, nadie puede condenar al “Cowboy urbano”, Manolo Jiménez, de hacer justa y legítima campaña para Gobernador de Coahuila. Y nadie, nadie puede ni deben decirle nada al diputado Jaime Bueno Zertuche, quien ha madurado a pasos de gigante en su encomienda como líder en el Congreso del Estado, merced a su capacidad de gestión política, tender puentes, avanzar en reformas duras y consensuadas y su simpatía con los ciudadanos. Avanzamos: la próxima boleta por la Alcaldía de Saltillo tiene ya varios nombres hoy: Jaime Bueno (PRI), Juan Carlos Guerra (PAN), algún chiflado “independiente”…
LETRAS MINÚSCULAS
Y, Enrique Martínez y Morales (Morena). ¿Lo duda? Regresaré a este tema. Muchas cacerolas en el fuego.