Tiempo de guerra
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Irracional, incomprensible y en ocasiones inevitable, la guerra tiene su propia lógica de la que nadie escapa; ciudadanos, medios de comunicación, políticos, todos. La realidad actual hace tiempo que superó a la ficción. Para entenderla resulta conveniente saber qué ocurre en tiempo de guerra.
No se requiere una declaración formal, la guerra inicia cuando un grupo utiliza las armas para lograr una meta determinada, realiza una acción que desencadena el enfrentamiento con otros grupos armados.
Una vez iniciado el conflicto, las facciones buscan ocupar territorios y controlarlos. Algunos territorios tienen importancia estratégica por razones geográficas, militares o políticas.
La facción que domina un territorio impone a la autoridad política. Si pierde el control de la plaza, el nuevo grupo dominante nombrará a las autoridades. En un contexto real de guerra no hay condiciones para la democracia, aun cuando se desarrollen elecciones.
La guerra implica el sufrimiento de los ciudadanos; en el peor de los casos la muerte. En teoría la mayoría de los muertos deben ser integrantes de los grupos en conflicto; sólo en las estrategias terroristas se sacrifica deliberadamente a quienes no forman parte activa del conflicto.
Los ciudadanos también enfrentan la restricción de sus garantías, el libre tránsito se ve acotado al igual que la libertad de expresión, difusión de ideas e información.
La opinión pública es otro campo de batalla; el apoyo del pueblo es importante. Para lograrlo se busca desacreditar al oponente. Mantener la moral alta en las filas de cada uno de los grupos en conflicto es también un asunto relacionado con el diseño de mensajes y su difusión.
En la guerra cada acción tiene un objetivo claro que contribuye al logro de la victoria final; en teoría se ataca con un sentido estratégico. Los grupos en conflicto pueden aliarse y esas alianzas permiten en ocasiones vencer al oponente.
En tiempo de guerra surgen los peores y los mejores hombres y mujeres de un país. El heroísmo y la crueldad se alternan, conforman la historia y construyen los personajes.
La guerra no admite empates; vence quien logra reducir a sus oponentes a grado tal que no puedan representar un riesgo. La facción que gana, obviamente, impone sus condiciones.
Ahora en el 2010, a 100 años de la Revolución y a 200 años de la Independencia, parece recrudecerse un conflicto armado de baja intensidad cuyo final no se vislumbra en el corto plazo. No se trata de una guerra convencional, pero reúne muchas de sus características formales. Es necesario entenderlo así y asumir la responsabilidad individual que implica este momento particular de la historia.
Más allá de mensajes a la nación y de condolencias que se convierten en lugares comunes, coincido totalmente con la frase publicada por Onésimo Flores en twitter: "Es la hora de los estadistas".
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Acrópolis
Heriberto Medina