Las apariencias engañan a todos
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Saltillo, Coah.- Cuando Margarito vio que las palabras de un viejo no eran mentiras, había pasado de la sorpresa al estupor, y no era para menos, pues cargar en su mochila lo que a él le tomaría por lo menos 10 años ganar, no es algo que en su vida de taxista hubiera visto seguido.
Los tiempos distaban mucho de ser benévolos para él con las deudas encima, apenas completaba para pagar a sus acreedores; era un esclavo que trabajaba casi todo el día, pero que no veía la salida.
UN DIA COMO TODOS
Esa tarde de mayo no era la excepción, sólo dos personas habían solicitado el servicio, y lo peor parecía venir, cuando comenzó a llover, y, por distraerse, había golpeado a un sujeto.
El alma le regresó al cuerpo cuando vio que su "víctima" no presentaba lesiones, luego de las disculpas se dirigió al taxi, pero alguien ya se había adelantado, era un anciano que sin más abordó.
"Lo que me faltaba, un vagabundo", pensó al ver el aspecto de ese hombre, sin embargo, decidió que le daría "aventón".
Mas el asunto cambió drásticamente cuando sin preguntarle nada, el viejo le contó que llevaba un buen rato tratando de que alguien lo llevara a comprar unas cosas, pero al verlo con ese aspecto, algunos ni se detenían.
Razones les sobraban a sus colegas para no llevárselo, pero algo le decía a Margarito que antes de juzgar debía escucharlo.
El hombre le dijo que recién había llegado de un rancho ubicado cerca de Zacatecas, donde tenía cientos de cabezas de ganado, pero que durante toda su vida se la había pasado en la crianza y así su familia creció y sus hijos tenían carreras universitarias.
Sin embargo, en un acto de rebeldía con lo que la vida le había quitado, decidió partir a Saltillo donde pasaría sus últimos días disfrutando de la vida citadina.
Adentrado en la plática, el chofer le preguntó qué pensaba hacer, más que por curiosidad pensando en que si era cierto lo que contaba. "No pues comprarme una troca, llévame a la agencia, antes de que cierren", le dijo.
La broma ya era hasta para el propio pasajero, eso consideró Margarito, sin embargo hacía mucho que nadie le arrancaba siquiera una sonrisa, puras tristezas.
UNA EXPERIENCIA INÉDITA
De acuerdo con el taxista, lo llevó hasta una agencia Chevrolet que a la fecha ya no existe, ahí esperó por indicaciones de su cliente, el cual unos cinco minutos después salió echando "pestes" por la boca.
Obviamente el dependiente lo había corrido del establecimiento. "Me dio pena hasta a mí, pero el viejo tenía su gracia, así que le pregunté que si quería ir a otra agencia", expresó.
De ahí fueron a una Ford, pero ocurrió lo mismo. De nuevo el hombre salió insultándolos, pero Margarito optó por ya no seguir el juego, tuvo que decirle que cualquiera lo haría al ver su aspecto, que hasta ahora ha sido el error más grande que haya cometido.
De la descosida mochila salieron tres pacas de billetes, nunca había visto tanto dinero junto, después el pasajero le preguntó sobre el cobro por haberlo transportado.
Todavía sin poder cerrar la boca, Margarito le dijo que eran 40 mil pesos de los antiguos, pero el pasajero apartó una suma muy superior a eso, casi se la aventó y le dijo algo que nunca olvidaría.
"Creen que porque me ven así de jod. no traigo lana, ni mis hijos saben que en mi rancho tengo muchas de estas pacas", le dijo.
El hombre se bajó para perderse entre la muchedumbre, en tanto Margarito se quedó con una pequeñísima parte de esa fortuna, pero suficiente para dejar atrás una deuda que ya iba a completar un año y que con una corrida sufragó.