Un hospital de Gaza sumido en el caos

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Es difícil transmitir el horror que se vive en el hospital Nasser por estos días
Por Samar Abu Elouf
“¡Rojo!”. “¡Amarillo!”. “¡Verde!”.
El aire del hospital Nasser está atravesado por los gritos de los trabajadores médicos que ven por primera vez a los pacientes que llegan de una ciudad sitiada. El rojo no es bueno. Es para los heridos más graves, pero incluso los otros códigos ofrecen poco consuelo en un hospital desprovisto de las necesidades más básicas.
Por lo general, es muy difícil saber mucho sobre los pacientes que fotografío. En este caso, se dice que el hombre con los formularios médicos en el tórax fue sacado de entre los escombros. ¿Cómo se llamaba? No lo sé. ¿Sobrevivió? Tampoco lo sé.
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Pero parecía tener dos cosas a su favor, tal vez: era un “verde”. Y le habían dado un lugar, aunque solo fuera en el suelo. El hospital no puede permitirse perder el tiempo con quienes está claro que no van a sobrevivir.
Es difícil transmitir el horror que se vive en el hospital Nasser por estos días.
Todo es confuso. La gente corre, la gente grita. Los médicos y enfermeras van a toda prisa de un paciente a otro. Los familiares buscan con desesperación a los desaparecidos, con la esperanza de que alguien pueda detenerse y ayudarles.
Todos los sentidos son agredidos.
El olor es muy difícil. Es como piel quemada, o quizá neumáticos carbonizados mezclados con olor a sangre y carne. Es un olor muy extraño y específico, y temo que nunca me abandone.
Al principio de la guerra, el hospital estaba ajetreado, pero la situación parecía manejable. Entonces se produjo una avalancha de refugiados, cuando el ejército israelí, que preparaba una invasión terrestre, advirtió a los civiles del norte que evacuaran.
El otro día me encontraba junto a un médico que dijo que, antes de la guerra, el hospital solía tener un tope de 700 ingresos diarios. “Hoy, en un día normal sin bombardeos, aceptamos más de 2000 casos”, contó el médico.
Al igual que sucede en muchos hospitales en Gaza, la escasez de combustible provocada por el bloqueo israelí y egipcio ha dejado al Nasser con dificultades para mantener las luces prendidas y los equipos en funcionamiento. Se dice que están llegando al territorio alimentos y suministros médicos de primera necesidad, pero cuando pregunto al personal del Nasser al respecto, me dicen: “No hemos recibido nada”.
Así que los niños llegan temblando y con fiebre, y a falta de paracetamol, poco se puede hacer por ellos. Paso a menudo por la unidad pediátrica y siempre está llena.
Esto es todo lo que puedo decirles. Esto es lo que he visto con mis propios ojos.
c. 2023 The New York Times Company