2022, ¿mirar arriba o no mirar?
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Desde luego, no soy futurólogo, pero como muchos, cada año que termina, abrigo deseos de que sucedan cosas buenas en el año por venir. Es algo difícil de lograr cuando pasamos gran parte de nuestro tiempo añorando el pasado o pensando en el futuro, y dejamos tan poco para detenernos a disfrutar y valorar nuestro presente, otrora tan deseado.
Creo que la felicidad estriba en una decisión personal y en una actitud ante la vida. Ambas tienen poco que ver con la posesión de riqueza material. He conocido personas económicamente “pobres”, que son inmensamente felices y personas “ricas”, con sus necesidades materiales resueltas, que son profundamente infelices.
En este espacio de opinión solemos referirnos a los acontecimientos nacionales e internacionales. Criticamos, proponemos y a veces aplaudimos la actuación de los gobiernos. Pero ni el Gobierno ni el dinero son –ni deben ser– responsables de nuestra felicidad. La misión de un buen Gobierno consiste en lograr el bien común para todas y cada una de las personas que gobierna, es decir, garantizar que los ciudadanos cuenten con oportunidades para lograr su pleno desarrollo humano, sea este el que sea, definido con entera libertad por cada persona.
Por lo dicho, es importante contar con un orden democrático en el que todos contemos y valgamos tanto para aportar, como para exigir: A) Una indispensable seguridad pública que nos garantice que podemos actuar e interactuar en sociedad, sin miedo a morir o a ver amenazada o vulnerada nuestra integridad. B) Una educación de calidad que brinde los conocimientos necesarios para decidir y gestionar nuestro desarrollo personal y familiar, libre de imposiciones del Estado o de una sociedad consumista que dicta patrones de vida desde la cuna hasta la tumba.
Me parece que 2021 pasará a la historia como la resaca del 2020. El coronavirus ha dejado ver lo peor y lo mejor de nuestra sociedad en la aldea global que puebla la especie humana. Todos por igual somos vulnerables a las amenazas externas. No existe raza, sexo o condición social que nos exima o blinde del contagio, la enfermedad, sus secuelas o la muerte misma que, al igual que la primera luz, siguen siendo los grandes niveladores de la desigualdad.
En 2021 se destacó una vez más el talento y generosidad de muchas personas, no fueron, desde luego, las grandes figuras que pelean por conquistar el espacio o por brillar en la palestra, tampoco los magnates de los círculos financieros embebidos en una avaricia sin límite; destacaron sí, los anónimos trabajadores de la salud, tan esenciales en esta pandemia, ellos nos recordaron lo que es verdaderamente esencial: cuidar al semejante. Mujeres y hombres médicos, enfermeros, personal de limpieza y administrativo de hospitales públicos y privados. El policía, el padre o madre trabajadores, ya sea en el campo o empresa. Con todos ellos estamos en deuda.
Gobierno, empresa y sociedad estamos obligados a actuar con base en las lecciones aprendidas en 2021. Sería inhumano continuar siendo peones de los inversionistas que exigen maximizar utilidades, incluso a costa del bienestar de quienes con su trabajo garantizan esa acumulación. Como también la corrupción o la prudencia miedosa frente a los intereses particulares o de grupo.
Nos deseo un buen 2022, pero nos deseo aún más que hayamos aprendido las lecciones que nos dejan 2020 y 2021.
“No mires arriba”, la película que protagonizan Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, nos da una probada, en extremo de lo banal, de lo que puede ser una sociedad que no respeta ni reconoce la verdad. Podemos acostumbrarnos a vivir en una realidad alterna, fomentada por quienes se enriquecen con la idiotez que ellos mismos promueven a través de las redes sociales y de nuestros aparatos celulares que controlan nuestra vida.
Sin duda, el filme es un golpe de la extrema izquierda estadounidense contra la extrema derecha. Acierta en todo, pero calla las fallas propias. Dos científicos descubren que, en seis meses, un cometa impactará con la tierra y acabará con la civilización.
Al principio una banal sociedad estadounidense, encabezada por su Presidenta, se niega a hacerles caso. Más tarde, la Presidenta encuentra poderosas razones para apoyar una estrategia mundial para desviar al mortífero cometa: Contar con un enemigo común le permitiría montar el escenario perfecto para seguir controlando a un electorado que sólo reacciona con el hígado y la pasión.
Con el paso del tiempo, se complica el escenario, el mundo sufre una crisis de chips, los intereses económicos que rodean a la Presidenta la convencen de que el cometa producirá grandes beneficios económicos ya que contiene muchos minerales. Su objetivo es ser más y más ricos, sin importar que el impacto del cometa, borrará la vida en la Tierra, incluidos los que querían enriquecerse más y más. Cualquier parecido con la realidad presente es una mera coincidencia. Feliz 2022.
@chuyramirezr