Miami
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Hay un extraño dios que mueve a los viajeros. A mí me llevó hace unos días a Miami. Sin embargo no voy por donde todos van. Yo tomo un autobús en cualquier esquina, y me dejo llevar así, al acaso.
Miro un hermoso Miami, nostálgico y evocador. Encuentro un cine que se parece al de mi saltillera juventud, tan grande y bello que parecía un palacio y se llamaba así, Palacio; y no cine nomás, sino Cinema. Veo viejos hoteles art déco, y calles tranquilas por donde va gente común, alejada de todos los tráfagos y ruidos.
He sentido a Miami, aquella ciudad que ahora es otra.
Pienso en su oculta belleza, en sus casas de más de medio siglo pintadas con vivos colores -brillante azul y esplendoroso rosa- para lucir bajo del sol y las palmeras, frente al mar...
Volveré alguna vez a esta ciudad tan conocida, tan desconocida. Tarde o temprano, por sí o en los ojos de alguien más, el viajero regresa siempre a la ciudad que le inspiró amor.
¡Hasta mañana!...